Algunos dirigentes del M19, entonces en la legalidad, en conversaciones con el gobierno y en plan de abrirse paso en la escena política, pidieron hablar con ese protagonista del compromiso político de algunos artistas. A Theodorakis le impresionó el optimismo de los líderes del movimiento, que le expresaron su confianza en el apoyo popular, que veían crecer, al punto que le confesaron la esperanza de llegar más temprano que tarde al poder.
Había visto el sufrimiento de la guerra civil, cuando fue arrestado y enterrado vivo dos veces. Había conocido de primera mano la derrota de los comunistas, y presenciado el encierro, en su isla, de mujeres y niños de los vencidos. También había participado activamente en la resistencia contra la dictadura de los coroneles, que lo encarcelaron y prohibieron sus canciones. Había conocido la amargura del exilio y obrado como defensor de diferentes causas populares, sin fronteras de país, con la idea auténtica de las bondades de la fraternidad entre los miembros de la comunidad humana, desde la particularidad de su origen y su tradición. Militante activo del Partido Comunista, fue diputado a lo largo de varios años en nombre de esa formación política, pero al comenzar la última década del Siglo XX no tuvo inconveniente en lanzarse como independiente dentro de las listas del partido Nueva Democracia, de centro derecha.
La última vez que lo vi, oficiaba él como ministro del gobierno conservador de Konstantinos Mitsotakis, padre del actual primer ministro griego, que ahora lamenta su partida con tres días de duelo nacional. Sin cartera tradicional a su cargo, se ocupaba de asuntos culturales, de recomendaciones en la lucha contra flagelos sociales, y de la aproximación greco-turca; pero sobre todo quería representar la voluntad de unidad nacional necesaria para sacar al país de uno de sus reiterados episodios de tragedia política, de los cuales sale siempre con el espíritu de resurrección del ave fénix, uno de los mejores inventos helénicos y fórmula de salvación.
Desde su retiro de las últimas décadas mantuvo su tradición de vocero de causas libertarias y se opuso a las incursiones de los Estados Unidos en Oriente Medio, a los ataques occidentales en los Balcanes y a la política de ocupación israelí de territorios palestinos. Al referirse a esto último traspasó de palabra la línea del antisemitismo, y tuvo que pedir excusas ante el Consejo Central de los judíos de Grecia, representantes de una de las comunidades históricas más importantes y simbólicas del mundo judío, como muestra de su capacidad de corregir los desvaríos en los que se puede incurrir al fragor de las diferencias políticas.