La debacle de Afganistán

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



El caos que la salida abrupta de las tropas estadounidenses generó se convirtió en una debacle para la incompetente administración Biden. Muchos países, amigos y enemigos de los Estados Unidos, sufrirán las consecuencias en los próximos años.

En los Estados Unidos había consenso general para dar por terminada la intervención en Afganistán. El objetivo principal se había logrado años atrás, que no era otro que erradicar Al Qaeda. En lo que fallaron estruendosamente los Estados Unidos y sus aliados, fue en el intento de hacer de Afganistán una democracia con libertades políticas y económicas. Y para lograr esto se invirtieron billones de dólares en entrenar y dotar a las fuerzas militares y de policía de todo lo requerido para mantener el orden y aplastar cualquier grupo terrorista que surgiera dentro de sus fronteras.

Lo que se le critica al gobierno Biden es la forma irresponsable en que emprendió la retirada, dando pie a que los Talibanes se tomaran Kabul en un par de días y no en el tiempo que había estimado Biden. Una lección que debió ser aprendida mucho tiempo atrás es que nuestras aspiraciones y estilo de vida occidental no son atractivos para algunos pueblos, entre estos los afganos. Obviamente, tomaron todo el dinero y las armas que se les quiso dar, pero con la clara intención de que una vez cortado el chorro, volvían a lo de antes.

La cosa no es sencilla porque la presencia estadounidense lograba un equilibrio precario en la región del cual se beneficiaban China y Rusia; países que ahora deben estar muy preocupados con la ascensión al poder de los talibanes. El potencial de confrontaciones se incrementa dramáticamente.

¿Qué sigue? Nada bueno. La invasión duró veinte años, tiempo suficiente para que una generación de jóvenes afganos creciera con aspiraciones occidentales lejos de las estrictas leyes religiosas. Estas aspiraciones y conquistas se convierten en elementos desestabilizadores que serán sofocados por la fuerza. Las mujeres serán las mayores damnificadas en este nuevo contexto social.

Muchos, quizás millones, tratarán de huir de la vida opresiva que les ofrece el nuevo gobierno, y el destino obvio es Europa. Puede ser un panorama parecido al que se vivió hace algunos años cuando millones de refugiados sirios intentaron llegar a Europa. Queda planteado el dilema, y a la vez delicado balance, de acoger a los afganos y protegerse contra posibles ataques terroristas. Entre los muchos buenos se escabullen algunos malos. Esta es una gran diferencia con los Estados Unidos, que no tienen que preocuparse de este tipo de inmigración, ya que están suficientemente lejos.

Cuando lo de Siria, se dio un importante giró en el campo político europeo por la fortaleza que adquirieron los movimientos de derecha al cabalgar en el sentimiento antiinmigrante. Es de esperarse que ese reajuste de fuerzas siga inclinándose a favor de la derecha en los próximos años como consecuencia de acoger a los afganos. A este paso, en unos pocos años el mapa electoral europeo será irreconocible. Fracasó el intento de pagarles a otros países para que acogieran a los refugiados y evitar que llegaran a Europa. Erdogán de Turquía, a quien inicialmente le sonó lo de acoger a los refugiados sirios por el dinero que le daban, prontamente descubrió que podía utilizar a los refugiados para chantajear a Europa: Si no hacen lo que les digo, abro las puertas. Chantaje que todavía está vigente.

Por si fuera poco, Afganistán es un país productor de narcóticos, principalmente heroína, y esto por si solo es un problema. A la vez es un país que tiene unos enormes depósitos de minerales que el mundo necesita, y hay toda una carrera para ver quien se apropia de ellos primero.

Mírese como se mire, la debacle de Afganistán signará el legado de Biden, pero esto es lo de menos. El caos generó una catástrofe humanitaria que era evitable. Este es lo importante.