La Perla del Caribe

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Lamentable que mercenarios colombianos participaran en la trama de poder, corrupción y traiciones de la política haitiana y que terminó con el asesinato del señor Moise.   El crimen y la violencia siempre serán condenables, pero desafortunadamente, cuando no hay democracia funcional para zanjar diferencias, se regresa a los métodos que han sido parte de la historia por la lucha de poder desde siempre.  Esto no es nuevo en Haití, país que además de ser el más pobre del hemisferio occidental, ha tenido una historia política convulsa y nada envidiable de 217 años. 

Haití es una lección de historia sobre todo lo que no debe hacerse.  Pocos creerían hoy que Haití fue la colonia más rentable de las Américas y que era conocida como La Perla del Caribe.  La economía de plantación que llevaron los españoles a las colonias, y que los franceses mantuvieron en Haití uno vez se hicieron al control, hizo de Haití uno de los grandes productores de azúcar y café del mundo.  Era una isla rica.  Llegó la Revolución Francesa, y con ella los aires libertarios comenzaron a soplar en las colonias, y llevaron a que Haití declarara su independencia de Francia en 1804 después de una guerra de 12 años.  La segunda nación independiente de América, y con la independencia llegó también el fin de la esclavitud, más no la libertad.

El exitoso levantamiento de esclavos asesinó a todos los blancos y destruyó toda la infraestructura productiva, y ni que decir el caos político y administrativo que generó.  Pocos sabían leer, entre esos el famoso general Petion.  Nadie sabía de administración pública, y el poder se dividió en facciones e incluso territorialmente.  El lado con el que se quedó Petion, mulato y ferviente admirador de la Revolución Francesa, fue un desastre.  Hizo lo que hoy llamaríamos una reforma agraria y parcelizó la tierra, pero no pudo producir excedentes para exportar. La gente se dedicó a la agricultura de subsistencia.  Le fue mejor al estrambótico Emperador Henry I, quien era soberano en otra parte de la isla, y que con los ex esclavos replicó con éxito la economía de plantación.  Se declaró a sí mismo el único noble, y después y ya en problema otorgó títulos nobiliarios tan llamativos como el conde de la mermelada.

El desastre haitiano dejó como ganadora a Cuba, quien se apoderó del negocio de la azúcar y logró ser próspera.  Haití nunca levantó cabeza. Unos culpan a la indemnización exigida por Francia por los daños causados.  Lo de la deuda es una nota marginal en la tragedia haitiana.  El problema real entonces y ahora es que la esclavitud de la ignorancia y la incompetencia es la peor de todas. 

Haití desde hace 217 años no ha podido tener un sistema de gobierno funcional ni gente preparada para liderar y llevar la nación a mejores destinos.  Ni buen gobierno, ni empresas ni nada.  Escandaloso nivel de analfabetismo, y por si fuera poco, con desastres naturales frecuentes. La poca infraestructura que tienen hoy la hicieron los Estados Unidos durante la invasión de 1915 a raíz del asesinato del presidente de turno.  Invasión que duró hasta 1934.  Ha tenido algunos de los dictadores más desastrosos: Papa Doc y su hijo Baby Doc.  En este estado de cosas, la corrupción es una necesidad.  Porque más allá de las consideraciones éticas y legales, la corrupción es en esencia el acto de distribuir lo poquito que hay entre y con los míos excluyendo a los demás.  No hay cama pa tanta gente.

El caso Haití es el libreto conocido de las revoluciones que destruyen todo a su paso, y no piensan en el después.  Una cosa es asesinar y saquear y otra cosa muy diferente gobernar y gobernar bien, e incentivar el desarrollo y la creación de empresa.