La gran mentira de la segunda versión del proyecto de reforma tributaria

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



El presidente Duque y el ministro de hacienda presentaron al país la segunda versión de reforma tributaria que enviarán mañana al congreso para su discusión y aprobación.  Es menos perversa que la primera versión, pero es todavía una propuesta anti técnica y regresiva, sin importar que exista consenso entre los empresarios para tragarse el sapo.

Celebran muchos diciendo que finalmente pagarán solo los ricos, y así lo proclama el mismo gobierno a los cuatro vientos, aun a sabiendas de que es una gran mentira.  Siendo precisos, el proyecto de reforma no toca directamente el bolsillo de la clase media ni a los pobres, pero si lo hace indirectamente, y de qué manera. 

Es difícil creer que los empresarios van a castigar utilidades operativas para tragarse el sapo, o difícil creer que lo harán más allá de un cortísimo plazo.  Lo lógico es que simplemente les trasladen los nuevos costos a los consumidores, es decir, los precios de sus productos aumentarían.  Que el impuesto a la renta sea el 35 o el 60 es irrelevante si los costos pueden trasladarse a los consumidores.  El problema de fondo es que llega un punto en que se pierde la lógica de tener empresa.  El aumento de costos y consecuentemente de precios le quita competitividad a los productos colombianos, y esto hace mucho más difícil atraer inversión directa a Colombia.  Cada vez se vuelve más difícil ser empresario rentable en Colombia.

El cuento de los impuestos temporales del tres por ciento a los bancos no se lo cree nadie.  El axioma en temas tributarios es que impuesto que se monta no se desmonta.  Y aquí nuevamente, este costo le será trasladado al consumidor.

Los ajustes al gasto público son nimios y algunos ridículos.  Esto indica que realmente no hay en el país ni en el gobierno la voluntad política para hacer lo correcto.  Seguimos andándonos con rodeos sin meterle el diente a los temas estructurales y de fondo.  Me queda claro que al gobierno Duque no le queda tiempo ni tiene el capital político para hacer una reforma de gran envergadura, sin embargo, ha podido sentar unas bases importantes y señalar un derrotero. 

El asunto más grave, en mi opinión, es el de la calidad del dinero.  Es decir, sin importar cuánto recoja en impuestos el gobierno, lo invierte o gasta mayormente, o mejor lo desperdicia, en bagatelas o programas de esto y lo otro que rara vez muestran resultados que justifiquen la inversión.  Por esto no salimos del hueco.  Si hoy el gobierno recogiera cincuenta billones de pesos con este proyecto de reforma, poco o nada pasaría para traer progreso y desarrollo al país y mejorar las condiciones de vida de los colombianos de forma sostenida.  ¿Por qué nos sucede esto?  No hay visión, no hay plan, y definitivamente no hay liderazgo. 

Y para ponerle la cereza al pastel, los empresarios o el capital, siempre buscan establecer sus operaciones en los mercados que les ofrecen la mayor rentabilidad.  Y a este paso de ponerle impuestos, altísimos, por cierto, a los empresarios y hacerlos menos competitivos, los estamos invitando a que se vayan del país a otros que les ofrezcan mejores condiciones.  No se irán mañana porque esto toma tiempo, pero si a la vuelta de un par de años.  Si en el tema de políticas públicas no nos ponemos de acuerdo y dejamos de navegar en un mar de contradicciones, vamos a acabar con el poco empresariado que tenemos con todas sus consecuencias; además, cada vez nos será más difícil ser atractivos para los inversionistas.  A punta de impuestos y cargas, estamos matando la gallinita escuálida de los huevos de oro, que para colmo de males es la única que tenemos.