Plan Marshall para América Latina

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



En su obra El Gatopardo, Giuseppe Tomasi di Lampedusa inmortalizó la frase todo cambia para que nada cambie. El entusiasmo inicial generado por la llegada de Biden a la Casa Blanca está convirtiéndose en una experiencia lampedusiana.

Un hombre que ha pasado casi medio siglo en Washington y que ha sido parte importante del establecimiento debería haber aprendido uno o dos cosas sobre América Latina.

Es insólito que el nuevo viejo presidente de los Estados Unidos crea que la inmigración ilegal de Centroamérica se resuelve simplemente dándole cuatro mil millones de dólares a Honduras, El Salvador y Guatemala para invertir en desarrollo. ¿No aprendió nada sobre las dinámicas que nos mantienen sumergidos en la pobreza, la ignorancia y el subdesarrollo?
Ojalá los problemas de América Latina pudieran resolverse con un abultado cheque.

Los Estados Unidos han pasado el último siglo “construyendo naciones”, y así como han tenido grandes triunfos, como por ejemplo el Plan Marshall en la reconstrucción de Europa, también han tenido fracasos. Inconcebible que a estas horas del partido no tengan un compendio de lecciones aprendidas y buenas prácticas que les ayuden a ejercer un liderazgo global efectivo.

Adicionalmente, está disponible la experiencia y conocimiento acumulado por la banca de desarrollo global producto de sus muchas intervenciones en diversas partes del mundo. Frecuentemente es citado el caso comparativo de Ghana y Corea del Sur, que en los años sesenta del siglo pasado fueron beneficiarios de inversión para desarrollo con resultados opuestos: hoy Corea del Sur es primer mundo y Ghana sigue siendo país subdesarrollado. Las diferencias culturales explican el resultado, ya que en todo lo otro eran similares.

Por lo anterior, es difícil entender la insensatez de la propuesta Biden. Centroamérica terminaría siendo Ghana 2.0. El contexto socio-cultural no les permitiría capitalizar la oportunidad; tristemente, gran parte de los recursos terminaría en manos de la plutocracia gobernante. La propuesta Biden equivale a botar la plata y quedarse con el problema.

Lo que estos países necesitan, y el resto de América Latina, es que nos transfieran el know how por medio de inversiones directas. La presencia de multinacionales en nuestros territorios no solo es fundamental para transferirnos know how sino también para que sirvan de agentes de cambio. Poco a poco la cultura corporativa haría el crossover a la cultura de la comunidad. Cambiando la ética del trabajador se puede cambiar la ética de la sociedad.

América Latina está urgida de apoyo institucional y apoyo para depurar las fuerzas del orden público y los entes de control; así tendríamos estados fuertes, competentes y capaces de combatir la cultura de ilegalidad, de hacer el mejor uso de los recursos y de llevar los bienes públicos hasta los rincones más apartados.

Son tantos los frentes en los que hay que trabajar paralelamente para lograr un verdadero desarrollo, que realmente lo que América Latina necesita de los países desarrollados es un Plan Marshall. Idea que no es novedosa. Necesitamos de una estrategia regional integral, coherente y sostenida en el tiempo.

La estrategia hacia la región ha sido desarticulada, a pedazos, caprichosa y reactiva a los problemas. La reconstrucción debe comenzar por la reconstrucción del tejido social. En el caso de la Alemania Nazi, erradicar el nacionalismo patológico hizo necesarios los juicios en Núremberg, la construcción de monumentos recordando el Holocausto, un nuevo ordenamiento jurídico, y la creación de un gran experimento llamado Unión Europea, entre otras acciones. Fue necesario cambiarle por la fuerza el chip a la población.

Bonito fuera que el Sur finalmente sea visto como una oportunidad a la espera de ser aprovechada y no como un problema del cual hay que deshacerse de cualquier manera.


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