¿Educación o guerra?

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



“Si llego a ser el presidente, lo primero que haría es un ‘Gran Pacto Nacional por la Educación’. Colombia le ha apostado a la guerra, pero es momento de apostarle a la educación, que vincule el empleo, el desarrollo rural, la tecnología, la innovación y el cuidado ambiental”, trinó el precandidato presidencial Fajardo el primero de diciembre. La idea de hacer de la educación una prioridad no solo es loable y deseable, y hasta donde sé, nadie está en desacuerdo con esta meta.

Sin embargo, es mentiroso afirmar que Colombia le ha apostado a la guerra. Para comenzar, en Colombia no hay guerra sino acciones legítimas del estado contra grupos irregulares de todo pelambre, generalmente vinculados al narcotráfico. Es falaz plantear una dicotomía absurda entre seguridad ciudadana y educación. Para poder educarse primero hay que estar vivo. El presupuesto en seguridad es más dictado por la necesidad que otra cosa. Lo que realmente está proponiendo Fajardo, es quitarle presupuesto a defensa y transferirlo a educación, como si esto fuera un capricho de los gobernantes.

Generalmente hay consensos sobre los qué y disensos sobre los cómo. Y la diferencia entre un demagogo y un estadista es que el primero habla mucho de lo primero, pero poco sabe de lo segundo, y en esta categoría demagógica caen tanto Fajardo como Petro. De hecho, la dicotomía que presume Fajardo existe entre educación y “guerra”, lleva a pensar que en el cómo, Fajardo y Petro son lo mismo. Estas “grandiosas aspiraciones” demagógicas siempre terminan en más impuestos y en quitarle a los ricos para financiar esto o aquello.

Los cómo, o dicho de otra manera, la ruta tiene escalones, prioridades y exige estrategias puntuales y contextualizadas. Lo primero es entender el territorio nacional y el estado de las comunidades para saber cuál es la ruta de desarrollo que debe seguir cada comunidad, y sin duda, en gran parte del territorio nacional la primera prioridad es control territorial por parte del estado para después poder llevar eficazmente otros bienes y servicios públicos mucho más básicos que educación: agua potable, salud y justicia, por mencionar algunos.

Lo segundo es entender que el desarrollo del talento humano es un proyecto de muy largo plazo, por demás bastante complejo en nuestro contexto dado que hay diferencias abismales entre las regiones. Adicionalmente, implica responder acertadamente la pregunta de educar con pertinencia según las necesidades y potencialidades de cada región. ¿Quién responde a la pregunta? Un solo modelo educativo no funciona para todos, y diseñar un modelo pertinente individualizado es costoso; cómo y cuándo se asumen los costos es parte de la discusión.

Y por último, se debe asumir la tarea de educar a los educadores. Es triste reconocer que gran parte de la educación pública en Colombia está en manos de profesores mal formados, que traducen sus propias carencias profesionales y personales en adoctrinamiento comunista de sus alumnos, y terminan así, convertidos en instigadores de violencia y odio de clase. Es prioritario quitarle nuestros jóvenes de las manos a estos mal llamados educadores. Aquí es pertinente preguntar cómo y dónde formamos a nuestros docentes; mejor aún, como hacemos para que la docencia sea una profesión muy atractiva a la que quiera vincularse nuestro mejor talento humano.

Entendido el tema en toda su complejidad, salta a la vista que el reto de formar nuestro talento humano no se resuelve solo con mucho presupuesto. La educación no debería ser un tema de campañas, ya que es un tema de estado que merece toda la seriedad y respeto del caso. Hay mucho por hacer en este frente y hoy existen las herramientas para comenzar a resolver este nudo gordiano. En mi opinión, el tema debe ser empujado y diseñado desde las regiones.