Alcaldes y gobernador

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Escrito por:

Saúl Herrera Henríquez

Saúl Herrera Henríquez

Columna: Opinión

e-mail: saulherrera.h@gmail.com



Si bien cada municipio tiene y contiene una realidad distinta, en atención a que pesan en todos y cada uno de ellos muchos factores locales y otros externos en los resultados, lógico sería que la primera autoridad administrativa pública del departamento jugara el papel fundamental que le corresponde y no desatenderlos, imponerles criterios porque sí, ni graduarlos como contraparte: más, cuando son ellos quienes real y mayormente conocen la realidad en y de sus territorios, lo mismo que tienen consigo mayor injerencia y poder de llegada y negociación con sus asociados, lo que no es poca cosa en aras de ir tras la consolidación de un buen gobierno en el orden departamental.

No tiene ya el gobernador, producto de sus malos y peores manejos, la popularidad de ayer, además de haber sido descubierto en sus reiteradas mentiras por nuestros alcaldes, quienes valerosamente lo han señalado públicamente debido a sus incumplimientos y fallida administración, convertida ésta en un mar de yerros que a la vista están y no resisten el más mínimo análisis. Vamos sin duda de mal en peor, razón para que se diga abiertamente en cada rincón de la ciudad y el departamento que el gobernador que tenemos ha sido de lo peor que nos ha pasado en este Magdalena irredento.

Estamos, como muchos afirman, en un gran pulso gobernador/alcaldes, al tiempo que vaticinan unos y dan por sentado otros, un demoledor triunfo de los alcaldes, quienes tienen hoy más que nunca antes la oportunidad de erigirse como conductores de relevancia en los contextos local, subregional y departamental; de ahí que aceptar en adelante cualquier malhadada imposición y que además de ello no se acuda a los consensos que deben compendiarse para la buena marcha administrativa pública en beneficio colectivo, sería un suicidio para ellos y gente de bien que ve en la enérgica postura de nuestros burgomaestres el principio de solución que debe y puede ser desde el respeto y lo mancomunado, para que en adelante se atienda lo inherente a la cosa pública departamental como mandan los cánones de la democracia.

Importante que empiecen a pesar, como siempre ha debido ser, los factores municipales y los cauces mejores normalmente descuidados y abandonados por los gobernadores de turno que olvidan las más de las veces a los municipios y a sus pobladores. En esta coyuntura es deber de nuestros alcaldes revalidar su importancia, cobrar el protagonismo que merecen y ver como se adentran con la eficiencia requerida en la estructura centralista de los recursos públicos para hacer obras y administrar mejor sus unidades territoriales. No más amarrarse a la administración departamental para mostrar buenos resultados; especialmente cuando hoy la normatividad les provee elementos para evolucionar hacia una mayor responsabilidad fiscal y una administración local menos dependiente, para que las cosas vayan mejor y los alcaldes hagan real gestión sin parásitas intermediaciones, perniciosa y hasta perversa dependencia que muchas veces derivaban en ruego, práctica humillante que era vista como algo normal.

Debe entenderse por la ciudadanía y entender los alcaldes que son ellos los verdaderos líderes regionales, que han sido elegidos como primeras autoridades para manejar con eficiencia las riendas de sus municipios, que son fundamentales para sacar a más colombianos de la pobreza con políticas locales, regionalizadas y con responsabilidades individuales en nuevos marcos de ejecuciones. Es gestionar los recursos que necesitan, para desarrollar así mejores administraciones; y, sobre todo, a valorar cada peso de los contribuyentes para que sus municipios funcionen. Manos a la obra… es lo obligado.


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