Escrito por:
Tulio Ramos Mancilla
Columna: Toma de Posiciones
e-mail: tramosmancilla@hotmail.com
Twitter: @TulioRamosM
La parasitaria adhesión del Gobierno colombiano a la campaña de reelección presidencial del desesperado Donald Trump, en tanto el país se desbarata y no hay gobierno de nada, y lo que existe más semeja una dictadura de décadas o siglos atrás.
Todo lo anterior ha puesto a pensar a no pocos en lo que será de no obtener Trump la Presidencia, que lo haga Joe Biden, y que entonces los demócratas se pongan serios con el gobierno de papel de Duque. Quienes expresan dicho escrúpulo dan la impresión de no conocer al “notablato” que nos gobierna, o de hacerse los pendejos frente al tema: triunfando el demócrata Biden, luego de consumada la derrota, los señores del partido de Gobierno, sin decencia ninguna, se irán a postrar inmediatamente a los pies del vencedor en busca de favor. Al fin y al cabo, en eso tienen experiencia. ¿Quedan dudas de ello?: ¿por qué?
En Colombia se glorificó a los Estados Unidos de América desde que esa unión, merced al inmenso desarrollo social, científico, industrial y económico que mostró, empezó a luchar por tomar las riendas del planeta, digamos a partir de principios del siglo pasado. A los colombianos, igual que a otros pueblos latinoamericanos, les pareció que allí residía ideal de imitación, incluso de sus vicios. Que cada cual maneje su vida como le dé la gana, y que remede al demonio, en caso de que le apetezca, pues se trata de asunto personal; pero que naciones enteras encarnen a placer un modelo político de dudosas virtudes democráticas es, cuando menos, de lamentar. Andando el tiempo, Colombia (que en 1903 había obsequiado Panamá a esa potencia de ambos mares a cambio de una Danza de los Millones que se escuchó apenas veinte años después, y que a muchos bolsillos privados fue a parar) terminó de matrimoniarse en desventaja con la manera yanqui de ser, mientras en otras partes la misma empezaba a mirarse desconfiadamente.
Aquí se hizo regla ir a estudiar allá, aunque fuera a malas universidades gringas, algún oficio inútil en Colombia; andar a negociar, legalmente o no, la traída de dólares y así “emprender” a lo legítimo; emigrar en masa a los estados tolerantes, hasta la transferencia de población de municipios enteros (no es chiste), a trabajar de lo que sea… Y, algo recientemente, fletar alijos de droga y menudearlos en la calle; mudarse una temporada a los outlets mayameros a comprar “las cosas del bebé”; abrir oficinas de abogados para narcotraficantes, o exfuncionarios, prófugos en Colombia… Ciertamente, un paisito hecho de gentes que presionan –con éxito- que el Gobierno de la bandera que repudian vive al candidato que les sirve. ¿Y la dignidad nacional?