Colombia: entre la pandemia del coronavirus Vs la epidemia de la corrupción

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Escrito por:

José Noriega

José Noriega

Columna: Opinión

e-mail: jmartinnoriega@hotmail.com



La Organización Mundial de la Salud, en inglés WHO, World Health Organization, se ha convertido en vertedero de recriminaciones por la expansión del contagio que ha frenado en seco la marcha del mundo.

Las debilidades de la OMS son las propias de la insuficiencia contemporánea de los organismos del Sistema de Naciones Unidas, con setenta años de desgaste, bajo el desconocimiento de la opinión pública y el desacato de gobiernos que juegan a la política sin respetar marcos institucionales.

Se dice que la OMS tardó demasiado en declarar la pandemia y fue muy laxa y condescendiente con el gobierno chino. Que en las primeras semanas se limitó a difundir la información que, sin control alguno, produjo el mencionado gobierno. Tiempo en el cual, si se hubiere actuado adecuadamente, se habría podido cambiar el curso de los acontecimientos; pero, a estas alturas, nada se gana con culpar a la organización, que entre más vilipendiada menos bien podrá hacer su oficio.

Respecto del gobierno chino se tejen también ahora diferentes conjeturas, que abarcan desde el descuido hasta la conspiración, pasando por las vanidades de los gobernantes, que no quieren admitir falta alguna, y los accidentes de laboratorio. Apreciaciones que pueden llevar en algunos casos una peligrosa discriminación anti china, de consecuencias graves hacia el futuro. Perspectiva preocupante no solamente por el resentimiento hacia un país al que se le atribuye la procedencia geográfica de la oleada que ha significado miles de muertos y millones de confinados, sino por los cambios eventuales en materia comercial y de organización de procesos de producción basados, hasta ahora, en la confianza en la legendaria laboriosidad de los chinos, que convirtieron a su país en la gran fábrica del mundo. A engrosar la lista de las recriminaciones pasa también la Unión Europea, por no haber podido, desde un principio, organizar un tratamiento común de la amenaza, y después una política común de defensa.

La enumeración de responsables, y de pronto de irresponsables, se alarga con los nombres de gobernantes caracterizados por una especie de suficiencia que los aparta por definición de lo que piensen los demás, pues solo confían, y en forma desmedida, en su propio criterio.

La gama de actitudes infortunadas de muchos de los líderes políticos puestos a prueba se aumenta con todos aquellos que, por haber sido víctimas de la sorpresa, la imprevisión o la incredulidad, no reaccionaron a tiempo, mientras la muerte cobraba víctimas y arrollaba, o amenazaba con arrollar los sistemas de salud aparentemente más desarrollados del planeta.

Cuando prácticamente todos los países están ahora involucrados en un mismo problema, deben cesar las recriminaciones. En lugar de ello, tienen una obligación de unidad para afrontarlo. Dividirse en estas circunstancias equivale a inventar un nuevo enemigo. Ya habrá tiempo para que vengan los cronistas, los investigadores, y por supuesto los historiadores de la vida contemporánea, a recoger los elementos de las cuentas que haya que hacer, y a poner en evidencia los aciertos o la falta de lealtad a la obligación de cooperar, pues en todo caso las responsabilidades por lo que ahora se haya hecho, o dejado de hacer, con motivo de este episodio, tampoco se pueden dejar en la neblina de la confusión y del olvido.

Con el refuerzo de la cooperación internacional, se debe hacer todo lo posible para evitar que se cumplan los pronósticos de las aterradoras consecuencias de la expansión del contagio en nuevas zonas del mundo y en sectores populares que, en todas partes, oscilan entre la amenaza del virus y la del hambre. Ahí, por decantación, dichos sectores se han hecho visibles, afectados además de antemano por enfermedades que no han dejado de golpear a un mundo escondido de las pompas de sectores de la sociedad que solo ahora, debido al poder de un enemigo que no entiende de clases sociales, les hace caer en cuenta de la fragilidad que nos es común. Razones por las cuales conviene, en este momento, y en la perspectiva de asumir responsabilidades, saber quién es quién. Who is who.