En la medida en que arrecien las absurdas criticas del jefe del régimen anterior, en esa misma medida crece la popularidad del presidente Santos, quien alcanza al cumplir su primer año, una proyección histórica, como no se había visto desde los gobiernos de López Pumarejo, Echandía y Lleras Restrepo.
El presidente Santos en este escenario, no puede entrar en el juego, que ya bien conocemos, de contestar los ataques verbales contra su administración, que obedecen al enfermizo sentimiento de autoculpa, que es la única explicación a la que parecen responder.
No tiene ninguna justificación lógica ni razonable, ni siquiera para la ciudadanía mas desprevenida, que las importantes decisiones que en Derecho, tomaron en los últimos días las autoridades competentes contra funcionarios del gobierno anterior, obedezca a un complot y a una venganza de la actual administración, cuando si se atiene a elementales principios de la independencia de las ramas del Poder Público, el presidente Santos no tiene absolutamente ninguna injerencia.
A no ser, como parece insinuarlo el señor Uribe, que como lo hizo durante su gobierno, pretenda que, su sucesor interfiera en las decisiones oficiales, lo que nunca hará, dado su profundo respeto por esa autonomía y por su recio carácter demócrata.
Los viudos del poder, no quieren entender que su tiempo ya pasó y que Colombia ha encontrado, por fin, la ruta del progreso social y económico para su gente ancestralmente irredenta.
Y que quien la hizo deberá pagar su afrenta a la sociedad colombiana, compareciendo ante los estrados. Cuando el señor Uribe dejó el poder entregó al país aislado de la comunidad internacional, en un ambiente de resistencia vergonzante, porque como en otros frentes de su administración personalizó su manejo, uribizando las relaciones externas. Resulta que ahora, después de un excelente trabajo de política exterior, en cabeza de María Ángela Holguín, el que además es reconocido por los sectores más disímiles, por analistas y expertos, por su habilidad para recomponer las maltrechas relaciones con un aliado estratégico como Venezuela, el señor Uribe quiere colocar el "palo sobre la rueda", simplemente por la envidia que le despierta los buenos logros de su sucesor. Santos al inaugurar su segundo año, no debe entrar en ese juego peligroso, que puede poner en entredicho su proyección histórica.