La bomba pensional

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Los disensos al interior de cualquier gabinete son normales, saludables y esperados.
Cada persona aporta su óptica y valoración de los temas discutidos. Lo difícil es tomar decisiones en temas de alta sensibilidad y que por su complejidad son difíciles de comunicar al ciudadano común. Muchas veces los gobiernos no hacen lo que deben hacer por falta de capital político o por temor a la reacción de la gente.
Hay un tema que es urgente y sobre el cual se han escuchado algunas voces, entre estas la del ministro de hacienda, pero la falta de capital político y de gobernabilidad de Duque las han acallado. Nadie quiere meterle el diente al tema. El ministro de hacienda y las voces que se le han sumado están en lo correcto: La crisis pensional es una bomba de tiempo que no da espera. De hecho es un tema global y no solo de Colombia, y encuentra su génesis en los cambios que se han dado en la sociedad en las últimas décadas. Nos limitaremos al caso colombiano para efecto de análisis.
Para no ir tan lejos en la historia, el modelo pensional surgió un poco antes de la mitad del siglo pasado con la creación de Cajanal y del Instituto de los Seguros Sociales. Una para empleados públicos y el otro para el sector privado. Estos modelos pensionales son diseñados piramidalmente: hay una base creciente ad infinito que sostiene a los de la punta. Con base en cálculos estadísticos actuariales se fija edad de pensión, cuota contributiva y todos los parámetros para adquirir el beneficio de pensión de vejez o invalidez, entre otras. Fácticamente es imposible que la base crezca infinitamente, entonces el modelo y sus supuestos deben ser actualizados periódicamente para darle sostenibilidad.
Difícil imaginarse los dramáticos cambios sociales y económicos que se darían en las décadas sucesivas, y que aún continúan. La Colombia de la mitad del siglo pasado era una Colombia rural, donde la mujer todavía no tenía derecho al voto, y no participaba de manera importante en el mercado laboral. En pocas décadas Colombia se convirtió en un país urbano, la mujer adquirió el derecho al voto y comenzó a participar cada vez más en el mercado laboral. Todo, junto con avances de la ciencia, llevó a que en Colombia cayeran la tasa de natalidad y la de mortalidad infantil y aumentara la esperanza de vida, fenómeno conocido como transición demográfica, y dando al traste con los presupuestos actuariales; es decir, el modelo pensional se volvió inviable. Cifras del DANE nos ayudan a ilustrar el tema: tasa de fecundidad en 1960 era 6.81 y en 2017 de 1.83, esperanza de vida en 1960 era 56.75 y en 2017 de 74.56, en 1960 éramos 16 millones de habitantes y hoy somos casi 50. Con base en esta radiografía poblacional, están en lo correcto los analistas cuando dicen que la inmigración venezolana en el mediano y largo plazo es saludable y sana para el país. Suena raro decirlo, pero nos estamos volviendo un país de viejos.
Antes de que estalle la bomba, el gobierno debe encontrar la forma de poner este tema prioritario en la agenda nacional. Encontrar una solución que deje contento a todos no va a ser posible, pero sin duda debe ser una solución concertada y después de un amplio debate nacional. Sin duda se tendrá que establecer un periodo de transición para que no se afecten los derechos adquiridos o ad portas de adquirirse. El nuevo modelo debe ser flexible para acomodar los cambios socio-económicos y legales.
No está lejos de la realidad quien dijo que cada vez más los colombianos tendrán que pensionarse con lo que ahorren. La pensión, como la conocemos hoy, será un porcentaje cada vez menor del ingreso del pensionado. Tema doloroso pero que es necesario confrontar antes de que sea tarde.


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