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Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Hubiera querido decir que lo que me movió en esos momentos fue el valor, pero no, y para que no nos echemos mentiras, fue la pura pereza.

Eran más o menos las siete de la noche y el calor no daba tregua. O le daba la vuelta al todo Polideportivo o lo atravesaba, así que decidí atravesarlo.

Saludé efusivamente a algunos de los policías que se parquean en el Poli, y no bien los había sobrepasado, cuando comencé a experimentar temores sobre lo acertado de mi decisión.

Hoy por hoy, el Poli es un sitio alumbrado por una oscuridad tenebrosa y espesa, que le pone los pelos de punta a cualquiera, y ni que decir que hace que uno se asuste hasta con su propia sombra.

A unos pocos metros de la Policía, pude ver un par de parejas furtivas comiéndose a besos, pero sin bajar la guardia. Se da cuenta que no tenían ni un céntimo para ir a otro lado porque todo el mundo sabe que el amor se pasma-incluso a las hormonas más alborotadas- con semejante intranquilidad.

El paisaje nocturno era exquisito: malezas fuera de control, basuras, huecos, animales muertos, entre otras atracciones pintorescas. Un poco más adelante, unas mesas en una tienda, con unos perniciosos jugando dominó y rompiendo el silencio de la noche con la detonación de la fichas al estrellarse violentamente con la mesa.

Cuando alcancé la que alguna vez fue la entrada principal, no había más que un cartel medio desprendido en el que por deducción pude leer: feliz día de las madres. Y para darme la despedida, nada más y nada menos que el Águila. No el águila imperial sino una botella de cerveza Águila, en el piso, dejada con intención, e incólume. Nadie se había atrevido a quebrarla.

Tomé la calle que pasa por el Eduardo Santos y el Hernández Pardo, pasé por la Villa Olímpica y todos los escenarios deportivos se encuentran tristemente abandonados. Sucios, feos, rodeados de basuras y malezas, y la cancha de básquet, así fea como está, convertida en templo de ocasión de algún movimiento protestante.

Para mí es increíble, que sitios ubicados en una de las zonas más centrales de Santa Marta, en donde la tierra es cara, permitamos este lamentable espectáculo. Creo que debemos pensar o en arreglar todos los escenarios o en demolerlos y construir algo que valga la pena.

No sé si haya alguien interesado, pero podrían darse todos estos escenarios en concesión para que particulares los hagan agradables y los mejoren de tal forma, que los samarios tengan donde hacer deporte y esparcirse.

Creo que todos estaríamos dispuestos a pagar por entrar, si lo que se ofrece es bueno. Por ejemplo, quien no va a pagar por entrar al Poli, si tuviera canchas buenas para jugar tenis, o squash o simplemente patinar, con unas buenas zonas de juego para los niños y buenos restaurantes para los adultos.

Si es cierto, que Santa Marta tiene una enorme vocación turística, la adecuación y optimización de estos espacios a los que he hecho mención, es un imperativo impostergable. Pero no sólo es necesario por razones estéticas y visuales -para propios y foráneos- sino que es también necesario por razones de salud pública.

Estudios han mostrado, que los jóvenes que hacen deporte tienen un mayor rendimiento escolar y se mantienen alejados de los problemas y vicios. Además en general, las personas que hacen deportes, tienen mejor salud y demandan menos servicios médicos, y ni que decir que tienen una mejor vejez.

Desde el punto de vista de la sicología colectiva, Santa Marta necesita tener equipos altamente competitivos, que nos hagan sentir orgullosos y que nos lleven a compartir en multitud, y que nos den unidad de identidad. Lo que alguna vez hizo el Unión por nosotros.

Si uno quiere tomarle el pulso a la sicología colectiva de una ciudad o región o incluso de un país, y saber que tan bien se siente, basta con ver que tan competitivos son sus deportistas. No en vano en la época de la Guerra Fría, los dos bloques enemigos colocaban gran énfasis en alcanzar el mayor número de preseas de oro en todas las competencias internacionales.

Había, y todavía hay, una asociación entre el número de medallas de oro y la supremacía económica y militar. El mismo Hitler, cuando trató de probar la superioridad de la raza aria, utilizó, fallidamente, los juegos olímpicos.

El deporte en Santa Marta necesita un mecenas con el toque de Midas, que pueda hacer de los escenarios deportivos y recreativos, y del deporte en general, una actividad rentable y sostenible. Que no le quede duda a nadie de que para cualquier sociedad, el deporte y la recreación ocupan un lugar bastante alto en la lista de prioridades.