El rancho ardiendo y el dueño se fue de fiesta

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



El presidente Duque ha sido criticado por el número de viajes al exterior que ha hecho en menos de un año.  Cayó mal el que el Presidente estuviera en el Reino Unido mientras la vía a los Llanos colapsaba, y con ella la economía de la zona; a punto tal, que los mandatarios locales le han pedido a Duque que declare la emergencia económica para enfrentar la situación.

Olvidamos por momentos los colombianos que nuestra cotidianidad es surrealista y que en Colombia se viven y se ven cosas que desafían toda lógica y entendimiento; vivimos atrapados en un espejismo irracional, en donde el presidente quiere gobernar un país que no existe pero que se sueña; y otro tanto hacemos los ciudadanos, con el agravante de que sufrimos de algún tipo de complejo o atavismo que nos condena a buscar constantemente la figura paternal y caudillista que nos resuelva todos los problemas.  El presidencialismo que llaman.  Somos un país de huérfanos.

Es irreal que Duque haya estado en el Reino Unido vendiendo su economía naranja mientras la poca infraestructura que tiene el país se cae a pedazos, como el caso de la vía a los Llanos que son considerados la despensa agrícola del país.  Antes de vender la economía naranja, debería estar preocupado en que podamos vender las naranjas y nuestra oferta exportable.

Primero debemos poner la casa en orden para después salir a vender el país.  Hay unas condiciones mínimas que buscan los inversionistas que en estos momentos estamos lejos de tener; cuando las tengamos, el país se vende solo.

No es aceptable que el gobierno diga que no hay recursos disponibles de manera inmediata para reparar la vía a los Llanos.  Esto toma prioridad sobre cualquier tema por la importancia agropecuaria de esa zona.  Ahora bien, hay que preguntarse sobre la calidad de la infraestructura que tenemos porque en los últimos tiempos hemos sido testigos de grandes obras de ingeniería que terminan siendo grandes fiascos.  Por querer hacer mucho y rápido, las cosas se han hecho mal.  Claro, que por estar en Colombia, no hay que descartar a la corrupción como principal culpable; entre otras cosas, porque si la calidad de las obras es inferior, es por culpa de los entes corruptos.

Entre otras cosas, ¿quién le dijo a Duque que ser potencia agropecuaria es de menos caché que su economía naranja?  La agroindustria también es de alta tecnología.  Se lo escuché decir a Michael Porter en una de sus pasadas por Colombia, pero más que creerle a Porter, lo veo todos los días en California, que si fuera un país sería la séptima economía del mundo comparable a la de Brasil. 

Ahora resulta que porque Duque escribió un libro sobre economía naranja, entre otras cosas él es abogado y parece que poco o nada entiende de economía y productividad, el país está condenado en estos cuatro años a sufrir los efectos perversos de su obstinación.  ¿Acaso no basta con los efectos negativos de la ley de financiamiento? Le dijimos que iba a frenar la economía.

Tal vez Duque debería mirarse en el espejo de las ruinas de la Revolución Bolivariana del Siglo 21.  Hay ideas de ideas y locuras de locuras, y aquellos que son suficientemente estúpidos o locos para desafiar ciertas leyes, que son casi infalibles como la ley de la gravedad, terminan arruinando países. ¿Será que Duque quiere convertirse en el Chávez-Maduro de Colombia?

A poco menos de un año de gobierno, la paciencia de algunos, entre los cuales me incluyo, comienza a agotarse.  El lapso de espera y la curva de aprendizaje prontamente no podrán excusarlo por la falta de resultados. 

No sobra hacer un nuevo llamamiento a enderezar el rumbo, enfocarse en lo básico y rodearse de gente que le ayude a gobernar.  Hasta ahora parece que tenemos un club de ciegos en donde el ciego líder dirige a los otros…y no hay tuerto a la vista.  El experimento de dejar la gobernabilidad, en esencia una competencia política, en manos de tecnócratas inexpertos fracasó.  Y ante esto Duque tiene dos opciones: persistir en el error o enderezar el rumbo.  El reloj y la opinión pública son jueces impacientes e implacables.



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