Ley de financiamiento: libreto y payasada del gobierno uribista

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Noriega

José Noriega

Columna: Opinión

e-mail: jmartinnoriega@hotmail.com



“Cuando los gobernantes pierden la vergüenza, los gobernados le pierden el respeto” (Refrán popular)

Entre más se vive más se conoce a la gente, pero nunca se termina de aprender, sobre todo si en temas políticos y de gobierno, en los cuales el día a día nos trae sorpresas tras sorpresas y todo ello porque este pueblo tiene memoria de gallina y de cuando en cuando aparecen unos personajes que piensan que el pueblo no es sino una caterva de ignorantes a quienes ellos pueden manipular a su antojo y según su conveniencia.

El gobierno del imberbe muchachón que quiere mostrarse como un estadista y no pasa de ser una marioneta, manipulada por su ex alteza real el ex emperador…cito, acaba de sacar un as bajo la manga y sorprendido al pueblo con la presentación de una reforma tributaria que ellos llaman eufemísticamente ley de financiamiento, que no es otra cosa que meterle la mano en el bolsillo a la clase media y a los pobres, para raparle lo poquito que su patrón le dejó y quien ahora quiere mostrarse como un estadista preocupado por la clase trabajadora, cuando fue él mismo quien la relegó en sus dos gobiernos a la pauperización y miserabilización, porque fue el único que contrarió la creación divina e impuso que el sol se oculte en Colombia a las diez de la noche, y a partir de allí despedazó los ingresos de una clase laboral que dejó de percibir ingresos sobre recargos nocturnos y dominicales y ahora, cuando comienza el gobierno de su marioneta, propone un incremento salarial digno y por encima de lo normal, quien lo creyera, el diablo haciendo hostias.

Ahora aparece un mercader y proxeneta de las necesidades de las sociedad, quien como Ministro de Hacienda nos quiere hacer creer que es el redentor y calmará el hambre del pueblo, así como logró embolsillarse varios miles de millones de pesos con los Bonos de agua, aunque, -que vergüenza por Dios-, sus acérrimos defensores y amanuenses en el legislativo lo defienden a sangre y fuego con el criminal argumento de que cuando eso ocurrió, él no hacía parte del gobierno y mucho menos de éste, dándole licencia para que, a partir de esa absurda argumentación, si alguien mata o roba en el pasado, bien puede hacer parte de un gobierno, por cuanto ello ocurrió cuando esa persona no ostentaba esa dignidad, que tal?.

En ese entramado político y con la disculpa de lograr recaudar 14 billones de pesos, el gobierno pretende imponer una reforma tributaria cuyo músculo financiero se centra en gravar la mayoría de los productos de la canasta familiar y ello lo disfraza con un estúpido y pueril argumento de devolución de un porcentaje de ese recaudo a los más pobres o a los que menos ganan, sin decir ni cómo, ni cuándo ni dónde se hará esa devolución, pero él insiste y con el apoyo irrestricto y alcahueta del presidente, en que es la mejor manera de poner orden en las finanzas del gobierno, aunque todo indica pensar que no la tendrá fácil y le tocará defenderse como gato boca arriba, claro está, si antes no tiene que salir corriendo del ministerio porque su situación cada vez se torna más incómoda y tendrá que hacerse a un lado, aún por encima de esos defensores sinvergüenzas y oportunistas que lo están apoyando, sin importarle llevarse por delante cualquier asomo de principio administrativo y condición moral, aunque ya sabemos que en nuestro país, para algunos, moral no es sino un cultivo de moras.

De contera y como colofón de lo anterior y siguiendo las partituras del libreto, ahora aparece el director de la secta democrática y muestra su desacuerdo e inconformismo con esa reforma tributaria, porque el libreto así lo dice y pretende mostrarse como un estadista que piensa en el pueblo, mismo pueblo que él cuando lo gobernó en sus dos primeros periodos, lo miserabilizó. Habrase visto hasta dónde ha llegado la desfachatez de esa cofradía que se cree mesiánica y quiere hacernos creer que está pensando en el pueblo, aunque ya el pueblo decantó totalmente sus verdaderas intenciones y lo habrá de mandar a revolcarse en sus propias excretas.