Gobierno Santos: “cesó la horrible noche”

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El Pájaro de Perogrullo

El Pájaro de Perogrullo

Columna: Opinión

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Finalmente, el 7 de agosto de 2018, el grueso de los colombianos pudimos decir que cesó la horrible noche. De hecho, en 2010, todos quienes creíamos en el legítimo uso de la fuerza del Estado para garantizar la vida, honra y bienes de los colombianos, votamos en continuar las políticas de Álvaro Uribe Vélez; lo hicimos con entusiasmo.



Pensábamos que Mockus, el otro candidato con posibilidades, era un salto al vacío y que Santos era la garantía de la continuidad en el tratamiento del paciente. Qué decepción nos llevamos. En menos de lo que canta un gallo, Santos empezó a alejarse de las banderas que lo habían elegido y de aquellos quienes lo habían ayudado a elegir, en particular, la seguridad democrática y el Presidente Uribe. Sin ningún atisbo de recato, buenas maneras y compromiso político, desechó a quienes lo habían ayudado a elegir. Como dirían, ganó con los moros y gobernó con los cristianos. El Liberalismo, Cambio Radical, los Verdes, Chávez, etc., se convirtieron en sus nuevos mejores amigos.

En el proceso dividió al país y validó los discursos de izquierda. Empezó a llamar a quien lo había hecho Ministro de Defensa y su círculo cercano, los enemigos de la paz. Se reeligió en 2014 con apoyos cuestionados, como el de Gustavo Petro, y con más y más mermelada, único engrudo capaz de unir al mundo político a sus ideas. Una vez reelegido, ya sin máscara alguna, descuadernó las instituciones democráticas para aprobar el acuerdo de paz, cortado a la medida de las FARC y a espaldas del grueso del país.

Con desfachatez y total complicidad de la Corte Constitucional, se robó el plebiscito, burlándose de manera descarada de los colombianos y haciendo lo que normalmente suele hacer, que no es más que lo que se le da la gana. Santos deja una estela inigualable de que es lo que no debe hacer un gobernante. Deja un país con incertidumbres y miedos.

En lugar de haber hecho un gran pacto nacional por la paz, presionó por una paz mal hecha y no querida por el pueblo. Deja un mar de coca. Deja una guerrilla, ahora con un pie en el Congreso y otro pie en el negocio de las drogas, sin haber pagado sus penas y entregado las rutas, los bienes y sus cómplices en el negocio de la droga. Deja una economía con más cuestionamientos y problemas que solidez.  Deja un país sumergido en la corrupción, la cual se perfeccionó y llegó al pináculo en su gobierno.

Deja un país con burocracia y gastos de operación disparados y sin control. Deja, además, al país con la mayor deuda de la historia. Así, en resumen, son muchísimos más los desaciertos que los aciertos.  Su personalidad de apostador, de no darle importancia a las cosas y de hacer lo que le da la gana se refleja en el último video que hizo con Daniel Samper Ospina.

Quiera Dios que Colombia nunca más tenga un presidente como Santos, pues en el contexto histórico fueron 2.922 terribles días, con sus noches, de mal gobierno.  Finalmente, como dirían por ahí, no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista y, por eso, desde el 8 de agosto, gracias al coraje y a la resistencia civil de Álvaro Uribe Vélez, el Centro Democrático y algunos otros movimientos y personalidades y, especialmente, a aproximadamente 10.300.000 votantes, tenemos a Iván Duque Márquez como nuevo presidente. En hora buena.



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