Mirar con los ojos de Dios

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Sin importar los resultados electorales, hoy muchísimos colombianos están desanimados, tristes, desconsolados y otros histéricos y desesperados.  Estas emociones nos son familiares y nos acompañan desde la cuna hasta la tumba.  La experiencia enseña que en vez de resistirlas, debemos intentar mirarlas con los ojos de Dios. El apocalipsis tendrá que esperar hasta mañana.

Tomamos la vida demasiado en serio, y por esto nos afectan sucesos que mirados con los ojos de Dios solo son nimiedades intrascendentes; mirar con los ojos de Dios nos ayuda a vivir sabiamente y a contextualizar las experiencias desde la visión de la eternidad.

Se entiende mejor con la historia que narraré y que traduje del inglés.  No sé quién es el autor.  Tiene por nombre: El hijo del granjero.  Contaré una versión abreviada.

Un día, un viejo granjero estaba trabajando el campo con su caballo viejo y enfermo, y sintió compasión por el noble bruto, así que lo liberó para que viviera el resto de sus días merodeando libremente por las hermosas montañas de los alrededores.

Los vecinos apenas se enteraron, vinieron a expresarle al granjero la pena que sentían por su situación. Le dijeron que debía estar muy triste y que ahora no tendría los medios para trabajar la tierra y prosperar.  El granjero solo dijo: ¿Quién sabe?  ¡Ya veremos!

Dos días más tarde, el viejo caballo regresó con 12 caballos salvajes jóvenes que lo siguieron hasta dentro del corral.

Apenas se enteraron, los vecinos vinieron a felicitar al granjero por su buena suerte.  Nuevamente, el granjero respondió: ¿Quién Sabe? ¡Ya veremos!

Temprano en la mañana, el hijo del granjero estaba intentando domar los caballos, y cayó al suelo rompiéndose una pierna.  Uno a uno los vecinos vinieron a expresarle su solidaridad en medio de la tragedia, y recalcando que el hijo en esa condición no podría ayudarle y que le tocaría a él solo todo el trabajo, y no sabían cómo iba a sobrevivir.  El granjero nuevamente contestó: ¿Quién sabe?  ¡Ya veremos!

Días más tarde estalló la guerra, y el emperador llegó a la villa y reclutó a todos los jóvenes menos al hijo del granjero por tener la pierna quebrada.  Otra vez vinieron los vecinos a felicitarlo por su buena fortuna, y lamentando el que sus propios hijos hubieran sido llevados a la guerra.  El granjero dio su habitual respuesta: ¿Quién sabe?  ¡Ya veremos!

El tiempo pasó, y el hijo del granjero pudo volver a trabajar aunque quedó con una leve cojera.  Nuevamente, a los vecinos les pareció que era una tragedia.  El viejo granjero simplemente respondió: ¿Quién sabe? ¡Ya veremos!

Resultó que todos los otros jóvenes de la villa murieron en la guerra, y el viejo granjero y su hijo eran los únicos hombres físicamente aptos para trabajar la tierra.  El viejo granjero adquirió una enorme fortuna y era muy generoso con sus vecinos.  Los vecinos no dejaban de manifestarle lo afortunado que era y que probablemente era muy feliz, a lo que el granjero respondía: ¿Quién sabe? ¡Ya veremos!

Así termina la historia que nunca termina.  Nosotros resumimos la moraleja en dichos que usamos frecuentemente: no hay mal que por bien no venga, o después de la tormenta viene la calma, o ver la luz al final de túnel y cosas por el estilo.  Más allá del destino cierto de la muerte que espera a todos los seres vivos, no hay ninguna otra certeza.  Así que estresarnos por algo que no ha sucedido pero creemos va a suceder es dañino.  Esperemos a que sucedan las cosas.

Quizás la ansiedad y angustia que muchos sienten hoy se aliviaría haciendo una pausa para reflexionar.  Lo único que realmente podemos hacer es actuar dentro de nuestra área de influencia.  No nos estresemos por aquello que está fuera de nuestro control y por el incierto mañana.  Vivamos plenamente el aquí y ahora y hagamos lo que las circunstancias presentes demanden.  ¿Y el pasado? Mirarlo solo como escuela.

Colombia tarde o temprano será un país de todos y para todos.  Esta es la certeza de nuestro destino colectivo, aunque sea un camino largo y culebrero.  ¿Es bueno o malo que al final gane Fulano o Zutano en junio?  ¿Quién sabe? ¡Ya veremos!