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Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



El común de la gente atribuye a deslealtad o traición el que Lenin se haya convertido en enemigo de Correa.  En el imaginario colectivo, Correa fue un gran presidente y era gran amigo de Lenin, a punto tal que fue quien lo hizo elegir presidente de Ecuador.

Para ser justos con Lenin, comencemos por referirnos al libro de Eliyahu M. Goldratt titulado La Meta (The Goal), en el que plantea una situación frecuente en las empresas privadas.  El gerente saliente se va con diez aclamado porque durante su administración la fábrica operó eficientemente y con gran margen de rentabilidad.  Bajo el nuevo gerente, la producción y eficiencia operativa caen dramáticamente, se les incumple a los clientes y la compañía entra en crisis.  Se cuestiona la competencia del nuevo gerente. 

¿Qué pasó?  Cuando se analizan las causas de la crisis, se descubre que el daño frecuente de los equipos paraliza e impacta gravemente la producción.  El gerente que salió por la puerta grande usó y abusó de los equipos y no les hizo el requerido mantenimiento para poder producir 24 horas al día, siete días a la semana.  Al postergar el mantenimiento y con la edad de los equipos, estos comenzaron a dañarse.  Una crisis creada realmente por el mal manejo del que todos consideran un gran gerente.

Algo similar, pero a un nivel mucho más grande y dramático sucedió en Ecuador entre Correa y Lenin.  Durante los diez años que gobernó Correa, hizo inversiones importantes en infraestructura y demás, pero gastó lo que no tenía y comprometió las vigencias futuras.  Adicionalmente, las cuantiosas inversiones no han mejorado la competitividad y productividad de Ecuador.  En otras palabras, Correa compró a placer y sin medidas y le dejo la factura a Lenin para que la pagara.  Lenin heredó de Correa una crisis enorme.   ¿Y todavía hay gente que pregunta por qué Lenin detesta a Correa?  Parentéticamente, Fajardo fue el Correa de Antioquia y Petro el de Bogotá.

La grave situación financiera de Ecuador ha obligado a su presidente desde el momento mismo de su posesión a tomar medidas drásticas que probablemente generaran rechazo y descontento generalizado.  El 2 de abril del presente, Lenin presentó sus líneas de acción en el Programa Económico de Estabilización Fiscal y Reactivación Productiva, que son medidas de choque para reactivar la economía y estabilizarla.  El paquete contempla oxigenación coyuntural –protección- para ciertos sectores productivos, imponiéndole aranceles a productos similares de otros países.  Además, pretende un fuerte recorte y racionalización del gasto público.  Gerencia de crisis es una de las labores más ingratas y difíciles, que en el caso de nuestros países fácilmente se convierte en crisis política y de gobernabilidad, incluso llegando a cambios de gobiernos extemporáneos. 

Este libreto se repite incesantemente en América Latina, donde pareciera que somos incapaces de lograr el balance requerido en las tres dimensiones que le dan estabilidad y sostenibilidad a todas las sociedades: desarrollo económico, desarrollo social y desarrollo político.  Tal pareciera que hemos llegado al convencimiento de que para impulsar una de las dimensiones hay que sacrificar las otras.  Un círculo vicioso que no hemos podido romper, y por esto nos elude el desarrollo integral.  Los logros cuando no son apalancados en la colaboración armónica de las tres dimensiones mencionadas, terminan siendo temporales y reversibles.

Las inversiones públicas, incluso las que requieren endeudamiento, deben obedecer no solo a la lógica de proveer bienes públicos básicos a las comunidades que los necesitan sino también a la lógica de la sostenibilidad financiera; es decir: ¿podemos pagarlas? ¿Con qué, de dónde y que tan rápido?  Esto aplica especialmente a las multimillonarias inversiones que necesitan nuestras obsoletas infraestructuras.  El impacto estimado en el mediano y largo plazo afecta el tipo de financiación deseada; como por ejemplo, solicitar créditos blandos.  Si las grandes inversiones no redundan en crecimiento económico, entonces las deudas se convierten en impagables y se llega a crisis de cesación de pago como las experimentadas por Brasil en un par de ocasiones, Méjico, Argentina, y ahora Venezuela; el temido “Default” con todas sus consecuencias, que incluyen una espiral de dolor para los más pobres.  Por esto hay que tenerle pánico al populismo.