El uso de la libertad siempre llevará consigo el inherente peligro de ser usada mal. Sin embargo, vale la pena vivir con ese peligro e incluso vivir con las consecuencias nefastas de un equivocado ejercicio de esa sagrada libertad, en aras de preservar el derecho a la libertad.
Creo que los diarios y revistas al permitir la posibilidad de comentarios para los lectores, siempre tuvieron en mente un espacio para que el ciudadano común, participara inteligente y educadamente en la creación del contenido; es decir, que de cierta forma por medio del debate de ideas, y aceptando la diversidad de las mismas, el producto final fuera muy enriquecedor.
La experiencia, al recorrer la sección de comentarios de los diarios y revistas colombianas, dista del ideal que se tuvo en mente al permitirlos. Los comentarios de muchos, si no la mayoría, de los lectores son ofensivos, vulgares y de una gran pobreza intelectual y emocional. Si tuviéramos que hacer una radiografía del país con base en los comentarios que se leen, esa radiografía sería muy desalentadora porque muestran un país lleno de odio y violencia.
Las víctimas preferidas de "estas barras bravas" son los columnistas de opinión, quienes reciben muchos insultos porque si y porque no. De hecho, algunos columnistas prestigiosos han optado por pedir a sus casas editoriales que deshabiliten la función de comentarios, imagino yo que mortificados por la avalancha de ataques irrespetuosos. Esto es una decisión personal de cada columnista y en ello no opino.
Al igual que muchos compañeros, yo también he recibido comentarios fuera de lugar e insultos. En lo personal, no me dejo perturbar por estos comentarios porque en nada desdicen, refutan o complementan lo que planteo. Una ofensa personal, generalmente lanzada desde el anonimato, difícilmente merece ser tomada en cuenta, y por esto es mejor ignorarlas.
Los columnistas, no pretenden ser detentadores de verdades absolutas sino que simplemente intentan presentar una visión sustentada sobre un tema, y que pretende enriquecer al lector, la comparta o no. La opinión persigue en poner a pensar al lector, y es por eso el opinador espera que los comentarios correspondan a esa única intención, y que como resultado, se genere un intercambio de ideas y no uno de ideas por infamias e insultos.
Mi posición al respecto, es que a pesar de los sinsabores que pueda traer la sección de comentarios, a pesar de los insultos y agravios, prefiero que los lectores tengan la oportunidad de expresarse a que no la tengan.
Pienso, que a veces vale la pena soportar todo lo malo, por tener la posibilidad de leer aquel comentario inteligente y enriquecedor de aquel lector juicioso que realmente quiere construir y no destruir. Vale la pena la espera. Pienso que incluso, muchos de aquellos insultos y comentarios soeces, nos permiten tomarle al pulso al país que vivimos, de la misma forma que lo hace la madre al escuchar el llanto de su hijo, o el siquiatra al escuchar las incoherencias de un paciente.
Albergo la convicción de que aquel que se expresa de forma tan ofensiva, simplemente está expresando un dolor o un odio muy grande que lleva por dentro y que desafortunadamente no ha encontrado los mecanismos para lidiar con esos sentimientos destructivos, y por tanto sigue haciéndose daño a sí mismo.
Lo expresado hasta el momento, lo motiva a la eliminación de la sección de comentarios de la versión digital del diario EL INFORMADOR. No sé con certeza si la decisión de suprimir la sección de comentarios obedece a lo expresado aquí o a otra motivación. Pero la idea es que si obedece a lo comentado aquí, quizás mirándolo desde otra perspectiva, encontremos una justificación para volver a permitir los comentarios de los lectores, a sabiendas de los riesgos que representa.
También lo expresado, es una reflexión para los lectores para que seamos más constructivos en nuestros comentarios y apreciaciones y para que valoremos la posibilidad que se nos da de poder expresarnos en algo aparentemente tan trivial como una sección de comentarios. Realmente, esta es una oportunidad para construir país.