Bendito petróleo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



La Junta Directiva del Emisor en su última reunión bajó las tasas de interés en 25 puntos y evidenció las diferencias entre la mayoría de los miembros de la Junta y el gobierno. El Ministro de Hacienda “pedía” una reducción de 50 puntos, lo que hizo que el presidente de la Junta le recordara que ese organismo es independiente.


Cárdenas demandaba un estímulo monetario mayor para jalonar el consumo interno en Colombia. Sin embargo, cuatro de los miembros de la Junta consideraron que el peligro de sobrepasar la meta de inflación era demasiado alto. El único resultante de una política monetaria agresiva podría ser una poderosa presión inflacionaria y nada más. La función más importante de la Junta es manejar la inflación.

Las economías saludables se mueven por las expectativas. Más importante que la reducción de las tasas de interés, es el mensaje de que el Emisor está dispuesto a intervenir en la economía para estimular el crecimiento siempre que se mantenga la estabilidad macro a largo plazo y se cumplan las metas de inflación.

El gobierno está preocupado por las cifras de desempleo por encima del 10%, porque el PIB no va a llegar al 2% este año, y por el creciente servicio de la deuda externa, en parte causado por la tasa cambiaria frente al dólar. La deuda externa representa 42.5% del PIB. Preocupante.

El panorama es difícil. La reducción de las tasas de interés comienza a tener efectos después de seis meses porque las obligaciones vigentes no se benefician de la reducción; solo los nuevas obligaciones, o las que se renegocian a su vencimiento, se benefician.

Por el lado del crédito de consumo, los hogares colombianos están endeudados al tope. Adicionalmente, la reciente reforma tributaria y el consecuente incremento del IVA diezmaron grandemente la capacidad adquisitiva de los colombianos. El sector manufacturero no va a producir más, aunque tenga capacidad instalada ociosa, si las perspectivas de demanda por sus productos son malas; los empresarios son pesimistas y le están dando a sus empresas manejo de crisis y recorte de gastos. Así lo indica la medición del Índice de Confianza Industrial (ICI), que muestra una caída de 10.5% en febrero de este año comparado con febrero de 2016, y la mayor causa de la caída es la contracción de la demanda.

El sector exportador ha contado con una tasa cambiaria favorable frente al dólar por largo tiempo, y sin embargo no ha logrado capitalizar esta ventaja coyuntural. Desafortunadamente, las manufacturas tienen poco peso en nuestra balanza comercial.

Ni que decir que los estímulos del gasto público cumplieron su ciclo y no lograron reactivar la economía, aunque probablemente son la razón por el PIB no fue negativo en los pasados años. A falta de opciones reales, el gobierno insiste en mover la economía con gasto público y lanzó el Repunta Colombia. Sin duda la construcción de vivienda e infraestructura han sido el motor de la economía, pero el truco parece haberse agotado. Por ejemplo, el mal llamado programa de vivienda gratis –en realidad es ciento por ciento subsidiado por los contribuyentes- una vez construidas las casas, el estímulo desaparece. En una coyuntura como la que estaba, y está viviendo el país, tenía mucho más sentido haber invertido esos recursos en otros sectores de la economía donde el impacto de los estímulos fuera duradero y con mayor efecto multiplicador.

La suplica del Ministro Cárdenas a la Junta es un tardío acto de contrición por el daño ocasionado por la reforma tributaria.

A veces pienso que el gobierno debe declarar la cesación de pagos y renegociar la deuda externa. Hay un punto en el que los gobiernos deben anteponer el bienestar de sus pueblos a otras consideraciones. Estos no son tiempos normales, y haber sacrificado la economía por mantener la calificación de riesgo parece un costo demasiado alto. Máxime, cuando Santos pudo haberse escudado tras el proceso de paz y los costos para el país.

La dura realidad es que para salir de este sin salida, necesitamos un milagro, que no es otro que los precios del petróleo y los hidrocarburos suban lo más cerca posible a sus altos históricos. Cualquier otra esperanza es vana.