Sesenta militares venezolanos cruzaron la semana pasada el río Arauca. Instalaron un campamento, para lo cual tuvieron que limpiar el terreno, destruyendo parte de un cultivo de plátano. Tuvieron incluso la osadía de izar el tricolor venezolano en suelo colombiano.
Calificó la situación como de inaceptable, pero no la llamó por lo que es: una violación flagrante a la soberanía colombiana. Abrió espacios para el diálogo diplomático pero, sumisamente, mandó una comisión para que se reuniera con los invasores y los funcionarios del Gobierno venezolano, para disque verificar coordenadas, como si tuviéramos que pedir el favor para que fuerzas extranjeras abandonen nuestro territorio y como si, además, tuviéramos que verificar coordenadas para saber que la vereda de Los Pájaros en Arauca es Colombia. Uso a su conveniencia y propósitos, para distraer a la opinión, el cuento de que el río Arauca cambia de rumbo, cuando los militares venezolanos, que actuaron por órdenes superiores, indicaron que el lugar del campamento era territorio venezolano, cuando claramente no lo era. Qué indignidad y qué sumisión, todo en pro del proceso de paz.
Hay que tener claro que el Gobierno de Maduro, antes de Chávez, es el matón del barrio. Es quien amedrenta y se alimenta del temor de los otros, pero a quien, en aras de la tranquilidad y armonía, muchas veces se le cede. Esa política de mansedumbre simplemente le da más valentía y más deseos de poder al matón. Al matón hay que enfrentarlo y decirle no más. Llevamos siete años con semejante política. Venezuela, para que lo tengamos claro, ha sido y es refugio de narcoterroristas. Venezuela es, además, un estado fallido, antidemocrático y violador de los derechos humanos. La historia le va pasar una factura enorme al Gobierno Santos por haberse quedado callado y haber sido indiferente, indolente y desdeñoso con los venezolanos y su tragedia.
El Gobierno colombiano debe recapacitar. Hay que cantarle la tabla al Gobierno Maduro, pero con acciones. Se debe apoyar a la oposición para que se le aplique la carta democrática de la OEA a Venezuela. Recordemos que la misma se aplica cuando hay una alteración del orden constitucional y democrático y puede resultar en varias medidas, pero ante todo comporta un mensaje internacional de sus vecinos. Igualmente, el Gobierno colombiano debería denunciar al Gobierno venezolano ante la ONU, la Corte Penal Internacional o las mismas cortes colombianas, por ser y haber sido el refugio de las Farc, haber cometido delitos en Colombia y haber afectado su orden institucional.
Debe igualmente exigirle a las Farc, como parte del proceso de paz, que revele todos los lazos con el Gobierno venezolano o sus funcionarios, respecto a armas, drogas, negocios y capitales. La coyuntura política lo exige, ya que sería muy fácil y perjudicial la participación de un Gobierno extranjero y exguerrilleros, con ayuda y capitales enviados desde Venezuela en las elecciones de 2018.
Así, la respuesta pálida y tibia del Gobierno Santos, ante la invasión de Arauca, no puede ser sino interpretada como una más de las jugadas de Santos por la paz, en perjuicio de la nación y su soberanía, olvidando que Arauca, que la vereda Los Pájaros, es Colombia.