La intolerancia y el imperio de la ley

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El Pájaro de Perogrullo

El Pájaro de Perogrullo

Columna: Opinión

e-mail: jplievano@outlook.com



En estos tiempos post-modernos, las noticias internacionales nos hacen necesariamente reflexionar sobre el rol de cada nación, país o sociedad y nuestro role individual como seres humanos. Después de un periodo de globalización, fenómenos como el de Trump y Brexit hacen tambalear la integración y la tolerancia en occidente.
Ciertamente, la segunda guerra mundial fue el pináculo de la segregación y la exclusión. La teoría Nazi, de una raza suprema destinada a prevalecer e imponerse sobre las demás, causó la guerra más cruenta y el genocidio de eslavos y judíos. Afortunadamente, el Nazismo fue derrotado.

Pero hoy en día existen peligrosas alternativas, no de supremacía y dominio, sino de exclusión y separación. Algunos blancos supremacistas en los EE.UU. piensan, y lo hacen convencidos de que obran bajo la más estricta lógica forma, que es válido tener países donde se excluyan razas y culturas, distintas a la raza blanca y la cultura “europea”. Alegan simplemente que es su derecho y que no quieren imponerle a nadie su cultura, pero, si algún inmigrante quiere vivir con ellos, debe asimilar su lengua, cultura y tradiciones y ser blanco europeo.

El raciocinio puede ser lógico formalmente, pero parte de un principio tribal primitivo que nada fomenta el desarrollo integral del ser humano como homo sapiens sapiens (como única raza) y que además puede generar fenómenos nazistas a futuro. Al final, todos somos iguales y como parte de una cultura post-moderna (somos más educados y racionales hoy día), es inaceptable un pensamiento racista colectivo (para mi hasta individual) que vaya en contra de la integración y de la tolerancia. Los países y la sociedad post-moderna, teniendo miembros de diferentes culturas, razas y religiones, debe ser tolerantes e integradoras y tender, como un todo, a la neutralidad y a la no discriminación.

Ciertamente, el ser humano, considerado de manera individual, puede y debe tener sus diferencias y preferencias. Pero ellas no se pueden traducir en fenómenos sociales de exclusión y menos aún que se use la ley para excluir, pues es precisamente el imperio de la ley, neutral y aplicable a todos por igual, lo que debe solucionar los conflictos. Este concepto, que en inglés se denomina “rule of law”, no es otra cosa que la sujeción de la administración y de los administrados a unas leyes claras, definidas y razonables. Lo más difícil es establecer cuando las leyes son razonables, y por ello justas, por lo cual deben ser cumplidas por la comunidad. Ello puede variar de cultura a cultura, pero al menos hay algunos parámetros universales que deben ser tomados como razonables y justos, como no matar, no robar, no tomar la justicia en sus manos, los derechos de uno van hasta dónde van los derechos de los demás, entre otros.

¿Pero qué ocurre cuando hay diferencias culturales entre vecinos? ¿Cuándo unos vecinos mantienen animales vivos de granja y otros no? ¿Cuándo se prohíbe el uso de prendas o imágenes religiosas en público? O ¿Cuándo se prohíbe el llamado a oración por parlante? Si la ley del país quiere incluir prohibiciones, ellas deben ser sustentadas solamente en parámetros objetivos, tales como seguridad, emisión de ruidos, salubridad, etc. La sociedad, como un todo, un país como un todo, no puede discriminar ni ser intolerante. La ley debe respetar los gustos, costumbres y creencias, los cuales deben ejercerse dentro del imperio de la ley y, desde el punto de vista individual, así no se comparta los mismos gustos, costumbres y creencias, ellas se deben respetar y tolerar.