De innovadores a peligrosos criminales

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Andrés Londoño Botero

Andrés Londoño Botero

Columna: Bitácora del primer y cuarto cuadrante

e-mail: a.londono134@uniandes.edu.co



La pelea entre taxistas y Uber está llegando al límite. La respuesta del gobierno ha sido poco precisa y muestra la aversión al cambio y a la innovación que persiste en el país. Colombia no logrará mejorar su desempeño económico si se sigue criminalizando la innovación.
 El ministerio de transporte ha manejado el tema de la peor manera posible. Primero, pidió que Colombia violara el principio de neutralidad en la red al pedir bloquear la plataforma. Además, se ha hecho el de la vista gorda ante la petición de usuarios para poder elegir libremente el servicio de transporte que más les guste. Por último, ha ignorado el valor de la innovación y es incapaz de entender cómo ésta funciona. 

Pues, el Ministerio de Transporte insiste en que las tecnologías deben ser creadas conforme a lo que dice la ley, como si la innovación se pudiera regular ex ante. Ya la humanidad padeció los horrores suscitados por este tipo de racionamientos durante la inquisición, donde Da Vinci fue investigado por estudiar anatomía humana. Con la misma suerte corrió Galio Galilei por usar una tecnología prohibida por la normatividad de ese entonces, el telescopio.

 Este tipo de acciones con cortes autoritarios desincentivan las iniciativas privadas para solucionar problemas colectivos, crear empresa y generar empleo. Uber ha introducido al mercado de transporte publico individual, acciones que han de tenerse en cuenta para mejorar el servicio en general. Hay una retroalimentación inmediata del usuario que regula la calidad del sistema; las tarifas dinámicas ajustan la oferta y demanda y pueden ser un incentivo para usar el transporte público colectivo o distribuir los trayectos en franjas de tiempo, alivianando la congestión en ciertos segmentos horarios.

La aplicación también incluye la posibilidad de compartir trayectos, función que le ahorra a la ciudad una gran cantidad de viajes y contribuye a disminuir la huella de carbono por cada pasajero que prefiere este tipo de métodos para transportarse. 

El gobierno, por su parte, se ha asegurado de empañar estas mejoras. Hace un año, una plataforma creada para denunciar comportamientos irregulares de taxistas, llama denuncie al taxista, cesó operaciones al no encontrar apoyo en las autoridades. Mediante esta aplicación los usuarios generaron más de 150.000 reportes que hubieran servido para regular y mejorar la calidad del servicio, pero al parecer eso no está dentro de la lista de prioridades de las autoridades.

La policía ha decidido aliarse con los taxistas para emprender la violenta persecución a los conductores de Uber, quienes se sienten desamparados al no poder denunciar conductas delictivas en su contra, pues temen que sus vehículos sean inmovilizados. Lo cierto es que los gremios de taxistas han logrado tener un gran nivel de influencia sobre las políticas públicas en nuestro país.

El monopolio sobre los cupos les ha ayudado a amasar una jugosa fortuna. Si el mercado sigue estando restringido, las condiciones laborales de los conductores no van a mejorar, pues al no poder acceder a un cupo trabajan hasta 12 horas para pagar la cuota diaria al dueño del carro, relación laboral que podría ser catalogada como una forma de esclavismo en el siglo XXI. 

Luego del escándalo de Odebrecht, la influencia de estos poderosos sobre la toma de decisiones gubernamentales debería estar bajo lupa. Pues ya vimos a la exministra de transporte en video con el líder de los taxistas declarándole la guerra a Uber.

Si se siguen premiando a los grandes monopolios que se oponen al cambio y criminalizando la innovación, Colombia nunca logrará ser un país competitivo.