¡Es la educación estúpida!

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



El debate de la reforma a la educación superior está a la orden del día, y lo que se vislumbra de la anunciada reforma, deja mucha insatisfacción. Moisés Wasserman, rector de la Universidad Nacional -al referirse al tema- dijo que no es más que una lista de buenos deseos, y me parece muy acertada su apreciación.

El diagnóstico de que es lo que hay que hacer, lo tiene claro todo el mundo, lo que sucede es que la pregunta más importante: cómo, es todavía objeto de discusión. La misma Ministra de Educación, María Fernanda Campo, ha dicho en reiteradas ocasiones -y es verdad de Perogrullo- que la competitividad de Colombia depende de la calidad de la educación. ¿Entonces por qué le dan tantas vueltas a un asunto que está tan claro?

La única explicación que encuentro para tantas evasivas, es que el Gobierno Nacional no quiere -o no puede- asumir los costos económicos de una verdadera reforma educativa.

Una de las preguntas claves siempre es, por dónde comenzar. Creo que por la educación superior. Los niveles inferiores pueden aguantar deficiencias pero la educación superior no. Además, lo que se logre en la educación superior, necesariamente se va a reflejar en los niveles inferiores en el mediano o largo plazo; es decir, las reformas a la educación superior sirven de catalizador del cambio para todo el sistema.

El más grave problema de la educación superior es la calidad paupérrima de la misma. Dicho en otras palabras, la mayoría de los docentes universitarios no son idóneos para este trabajo, y consecuentemente, nuestros profesionales están muy por debajo de los estándares de competitividad internacional. Para corregir este problema, ya antes se había articulado una estrategia para exigir que un determinado porcentaje de los docentes universitarios, en un lapso de diez años, lograran obtener doctorados. ¿Qué pasó con esta iniciativa? ¿Dónde están estos doctores?

Seamos serios. Sin una educación superior de alta calidad, todo el discurso sobre innovación, competitividad, locomotoras de desarrollo, etc, es carreta. La cartera de educación es la verdadera cartera de desarrollo del país. Lo demás son cuentos chinos.

Tal vez la ceguera inmediatista de los colombianos, no nos deja invertir en un futuro a largo plazo. Doctor Santos, si quiere que Colombia sea competitiva, métale el 20% de las regalías mineras a educación, y no el pírrico porcentaje que propuso. Que nuestros docentes universitarios hagan doctorados en las universidades más prestigiosas del mundo, que profesores prestigiosos del mundo enseñen en nuestras tierras como algo normal y cotidiano.

No creo en los doctorados hechos aquí en Colombia y por eso enviaría a los profesores al extranjero. Que todas las universidades e institutos tecnológicos construyan alianzas con las mejores universidades del mundo, que haya abundantes becas para estudiantes de ingeniería, matemáticas y ciencias básicas para que estudien en el extranjero, y así sucesivamente.

¿Cuesta plata? Si, y mucha, pero el costo de oportunidad para el país -de no hacerlo- será infinitamente mayor, y por lo tanto está más que justificada la inversión en educación, cualquiera sea la óptica con la que se quiera mirar.

El miedo siempre ha sido, que tal vez esos "doctores" no regresen. Eso puede pasar, y no se puede negar. Pero si se capacitan a muchos, muchos regresarán. Ilustra el punto una anécdota, en la cual el vicepresidente financiero le pregunta al presidente de la compañía: ¿Qué tal si capacitamos a los empleados, y después renuncian? A lo cual contestó el presidente: ¿y qué tal si no los capacitamos, y se quedan? De este tamaño es la cosa.

La verdad monda y lironda es que nuestras universidades y nuestros profesionales, no están en capacidad de aportar innovación a la economía colombiana, ni siquiera en una eventual alianza con el sector privado. Primero hay que tener calidad y después si pensar en una simbiosis sinergética entre las universidades y el sector privado. Es decir, una alianza como la planteada, hoy, sin ser precedida por educación de alta calidad, es camino a ningún lado.

De hecho, aprovecho para plantear, que las mejores universidades se construyan y diseñen en las zonas menos desarrolladas del país. Construir carreteras o conectarlas vía TIC es absurdamente insuficiente para colocar a las regiones en la senda del desarrollo. Si realmente queremos impulsar desarrollo en estas regiones, llevémosle educación de alta calidad, llevémosle conocimiento relevante para el desarrollo.

En mi opinión, de todos los centralismos posibles, el más dañino para Colombia, ha sido el del conocimiento. Los polos de desarrollo en Colombia lo son, gracias a que han detentado -por varios siglos en algunos casos- el monopolio de la mejor educación disponible, y de carambola se quedan con el mejor talento humano de las regiones. Entonces, ¿Cómo pueden desarrollarse las regiones?

Es más, pienso que si hubiera que elegir entre construir una carretera y una muy buena universidad, se haga lo segundo y no lo primero. Un talento humano capaz puede encontrar las formas para construir la carretera, pero es bastante improbable que de una carretera surja de manera espontánea capital humano altamente capacitado.

No hay que darle tantas vueltas al asunto. Hablar bonito, presentaciones en PowerPoint de alto impacto y elucubraciones futuristas, participación de los ciudadanos a través de las redes sociales, difícilmente nos van a sacar del atolladero. ¡Tanto zoquete filosofando en prosa -habrá algunos que lo hacen en verso- da grima!

Ministra Campo, pellízquese y coja el toro por los cuernos y deje de andarse por las ramas con este tema. Se sabe lo que hay que hacer desde hace mucho rato, pues entonces hagámoslo sin mirar atrás, y punto.