¿Se fue el 2016 y la institucionalidad y la democracia?

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El Pájaro de Perogrullo

El Pájaro de Perogrullo

Columna: Opinión

e-mail: jplievano@outlook.com



El año 2016 tuvo especiales connotaciones para nuestra institucionalidad y democracia. Me recuerda un poema que escribí en mi adolescencia sobre la naturaleza que decía: “La naturaleza es una esperanza sin techo y cobija que muere poco a poco como un día en su crepúsculo y que muere y no vuelve a despertar”.
Las instituciones y la democracia, sí son maltratadas, mueren y no vuelven a despertar o despierta a los años. No mueren del todo, pero los que las vemos destruidas, no las veremos en nuestros días recuperadas. Los cubanos exiliados son el ejemplo de ello. Una vez se pierde el rumbo de la institucionalidad y la democracia, pasan una o dos generaciones para que se recojan los platos rotos y se recupere lo perdido. Miremos por ejemplo a Venezuela. ¿Cuántos años pasarán para que una vez depuesto el Chavismo se recupere la senda de la institucionalidad y la democracia? Seguramente, por lo menos, una generación. El chavismo ha creado tal desorden, tanto en el Estado como en la propia cultura e idiosincrasia de los venezolanos, que será difícil recuperar el espíritu luchador y emprendedor de la nación. El chavismo acostumbró a miles de venezolanos a vivir del Estado, de mendrugos, y les cercenó el espíritu de bravo pueblo, y hoy en día, después de la fatal dirección del chavismo, no quedó nada más para expropiar y repartir. Y todo empezó con cosas aparentemente inofensivas, como el perdón al Chávez y las modificaciones a la constitución, que él mismo emprendió cuando llegó al poder. Colombia, desafortunadamente, ha iniciado esa senda. La inició Santos, un presidente que se eligió por primera vez con unas banderas distintas a las que posteriormente enarboló y, por segunda vez, atornillado ya al poder, se eligió por los ideales de paz, que despertó en parte del electorado con la propaganda mediática estatal, y la repartija de favores, contratos y subsidios, todo al mejor estilo chavista. Si todo esto no fuera grave, en su intento de llevar a la nación hacia sus ideales de paz, desconoció de manera grosera e infame los resultados del plebiscito del 2 de octubre. Se pasó por la faja lo que dijo el pueblo. Y lo hizo con la ayuda de los otros poderes. La Corte Constitucional y el Consejo de Estado dieron sendos fallos a favor del “fast track”, enquistado en el Acto Legislativo para la paz, el cual solamente se activaba si el pueblo decía que SI, lo cual no pasó. El Congreso, a sus pies arrodillado, refrendó el acuerdo con las Farc, sin tener competencia para ello y desconociendo la voluntad popular. Todo esto pasó en el 2016, un año que debemos recordar los colombianos como el año en el que se manoseó la institucionalidad y la democracia. Todo indica, por lo tanto, que serán las elecciones del 2018 lo que determinará si se sigue este curso ilegítimo, de una paz lograda sacrificando la institucionalidad y la democracia y dándole prerrogativas a las Farc para facilitarles el ejercicio político y por ello el ascenso al poder. De todas maneras, ya hay voces que claman para que nuevamente se someta el acuerdo final a votación popular. Eso sería lo lógico. Pero si no es así, y el acuerdo se implementa a los tumbos y tambos, a las patadas o de la forma que se engorda un ganso para hacer paté, como se ha hecho hasta ahora, será la elección presidencial del 2018 lo que realmente determinará el rumbo de Colombia.