Síndrome de Hybris

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Escrito por:

José Lopez Hurtado

José Lopez Hurtado

Columna: Opinión

e-mail: joselopezhurtado13@yahoo.es



“Si se trata de un deseo que nos arrastra irrazonablemente a los placeres, y nos gobierna, se llama a este gobierno intemperancia”. (“Fedro” de Platón).


Pareciera que la medicina y la política, a primera vista, no tuvieran mayor relación. La ciencia médica ha estudiado los estados patológicos que conforman un conjunto específico de síntomas y los han clasificado tanto los genéticos, como los mentales o psicológicos, en diversidad de patrones, para todos los gustos.

Muchos de ellos, podrían aplicarse a la variopinta gama del zoológico político latinoamericano, de acuerdo con la enfermiza actitud de sus dirigentes.

La adaptación especifica, por supuesto, es un ejercicio que corresponde al lector.

Vrg, el síndrome de Alicia en el país de las Maravillas, en que el sujeto, siente cómo el mundo se achica o se agranda mágicamente, en una percepción distorsionada de la realidad, de formas y tamaños, o siente los objetos, más cerca o lejos de lo que realmente están.

El de “acento extranjero”, en el que el doliente en forma dramática o repentina, comienza a hablar en un idioma desconocido, como el caso de una mujer en 1941, que habló alemán-una lengua desconocida para ella y su entorno-, después de ser herida en un bombardeo nazi.

O el de “Amok”, que corresponde a una súbita explosión de rabia salvaje, que hace que la persona alocadamente ataque, hiera o mate discriminadamente.

El de “olor a pescado”, que se produce por la deficiencia de una enzima que pierde la capacidad para degradar la trimelamina, dicen los científicos, lo cual genera un fuerte olor a pescado, liberado por el aliento, el sudor y la orina. Y sobre este, con seguridad, que muchos dirán, es el que exhalan muchas casas de gobiernos y parlamentos de la región.

Los hay no menos antihigiénicos, como el síndrome de “urticaria acuagénica”, o alergia al agua, generado por un desorden hormonal, en el que el paciente no soporta el líquido.

Y no menos profanos, como el de Jerusalén, que se manifiesta en algunos viajeros que después de su visita a lugares santos, se asumen como el Mesías o creen recibir mensajes directamente de Dios.

Otros bastante mundanos y comunes, diríamos, como el de “mano extraña”, que se define como un trastorno neurológico acompañado de movimientos involuntarios e incontrolables (!) en uno de los miembros superiores .Y aquí de nuevo, surge la inevitable conexidad con nuestros políticos latinoamericanos.

O el extravagante síndrome de “Kuru”, momentáneo ataque de risa (de sus pueblos, añadirìamos), que en 1976 mereció un premio Nobel a Gajdusek, su investigador.

El de “fatiga crònica “(SFC), (de nuevo la alusión mental inmediata a nuestros legisladores), y otros tantos, que se resisten a perderse en el mundo de la anécdota y la imaginación.

Un estudio sobre la intima relación de las enfermedades de los lideres y el poder, de la estrecha dependencia entre el Síndrome de Hybris y Némesis, --la diosa del castigo, de los antiguos griegos--, es el magnífico estudio envolvente de sus manías y distorsiones mentales, realizado por el médico británico Lord David Owen en 2008, al que nos referiremos en próxima ocasión. Kennedy, el Sha de Irán, Mitterrand, Bush, Tonny Blair, Chávez, pasan por sus páginas, pero clasifican también, creemos, Ortega, el de la Nicaragua tropical, y Santos, el del Nobel.


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