Con el acuerdo final, según el gobierno, se acabó la guerra

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Escrito por:

José Noriega

José Noriega

Columna: Opinión

e-mail: jmartinnoriega@hotmail.com



“Un muerto es una tragedia; tres mil muertos son una estadística” (José Stalin)


Observando la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, que resultó de una fastuosidad inigualable, he concluido que esa ceremonia no era más que un zambapalo frente a lo que está viviendo Colombia como consecuencia de la firma de los acuerdos de La Habana y en ello el gobierno ha disparado cohetes y serpentinas anunciando que, según el Presidente y sus cortesanas, terminó la guerra y el país ahora es diferente porque los actores que recrudecían esa violencia han entendido y aceptado -por fin-, según manifiestan los delegados del gobierno, la existencia de Colombia como un Estado y han decidido plegarse a sus leyes y normas y acatar toda la dimensión de una república a la que ellos llevan casi sesenta años queriendo desaparecer y a través del combate la han sumido en una barbarie social y humana.

Las fuerzas están divididas, unos, los más ilusos y cándidos representantes del gobierno y la caterva de arrogantes que ya se creen vencedores y ensillando antes de comprara las bestias, asumen que el triunfo es de ellos y sin importarle lo que pase después en ese remedo de elecciones en donde una ínfima minoría electoral saldrá a sufragar para respaldar o censurar esos vergonzosos acuerdos y, como dice el refrán, “el día de la quema se verá el humo” y al morir la tarde podremos saber realmente que pasó, quién ganó, aunque unos y otros se proclamarán vencedores, mientras el pueblo, ese vilipendiado y sufrido pueblo seguirá en las mismas, pasando hambre y padeciendo la exclusión social, aunque eso no se nota, por cuanto las payasadas del gobierno solo tienen ojos para ese remedo de acuerdo sobre el cual se le ha entregado la patria a unos “guerrilleros”.

El mundo entero está pendiente de este plebiscito en el que supuestamente se enterrará la violencia vivida a lo largo de seis décadas y los áulicos dicen no entender ni comprender por qué mientras esto ocurre, en Colombia hay gente que está en contra de tal situación y la explicación es sencilla y fácil de digerir, sencillamente los colombianos son quienes han padecido los horrores de la guerra mientras en el mundo siguen creyendo que de verdad ellos, la insurgencia, son unos guerrilleros, aunque sin ideología y sin nada, sino que han encontrado a un badulaque que en su desmedido afán por ganarse el premio nobel de paz, ha sido capaz de transar cuanto le han pedido, sin importarle un bledo lo que ocurra a su alrededor, porque mientras llevamos cuatro años en unas tertulias caribeñas, el país se desangra en una economía primaria y con unos excesivos índices de hambre, miseria, desempleo y muerte infantil por desnutrición, específicamente en la Guajira, a donde no llega el brazo social del un estado inexistente.

Los que apoyan el sí tildan de apátridas a los del no y le recuerdan que esta es una oportunidad única para desarmar los espíritus, perdonar y lograr la reconciliación y siempre será fácil pedirle eso a aquellos que ni siquiera se han dado cuenta de los años que llevamos en guerra, porque una cosa es apoyar una justicia transicional desde la orilla de la indiferencia y otra bien distinta es hacerlo cuando se ha padecido el horror de los hechos y de manera descarnada y con algo de razón, exigen y claman que los responsables deben recibir un mínimo de sanción

Los que propenden por el no sencillamente buscan sanciones o, como ellos dicen, paz sin impunidad, y en algo tienen razón, pues no es fácil de explicarle a cientos de miles de compatriotas que padecen los horrores de las prisiones colombianas y que han sido condenados por delitos de menor pelambre, bagatelas que llaman, que aquellos que han sembrado el terror y teñido de sangre a la patria disfruten de una libertad restringida en unas zonas veredales y de concentración en donde estarán a sus anchas, disfrutando la vida y, como si fuera poco, recibiendo estipendios y subsidios estatales. Que cada quien vote como se le dé la gana y que los apocalípticos que vaticinan una guerra en caso de ganar el no se limiten a mirarse en el espejo y así podrán darse cuenta que no pueden seguir jugando con los miedos de la gente, porque a los colombianos no les cabe un miedo más.