Durante mi viaje a Santa Marta, como dije en mi anterior columna, hice un recorrido de la ciudad para verificar de primera mano si es verdad que estamos cambiando, o simplemente el cambio es más propaganda de esta y de la pasada Administración Distrital. Comienzo por lo positivo o bueno si se quiere. Pero antes valga la aclaración de que no todo lo bueno o lo malo, se debe a la acción directa de los burgomaestres referidos.
La seguridad, por los menos en las zonas por donde anduve, fue impecable. Se nota la presencia de la Policía y los controles son evidentes. Puedo decir que en ningún momento me sentí inseguro. Felicitaciones a la Policía Metropolitana.
Altamente positivo el control del mototaxismo, el cual parece haber disminuido. Ya no es la locura que vi en otras ocasiones, y ojalá esto no sea flor de un día.
Utilicé bastante el servicio de taxis, y en general, se nota que el gremio se ha profesionalizado. Con las excepciones que nunca faltan, los taxistas son amables y quieren que el turista se sienta bien; incluso, algunas veces observé respeto y cortesía por el peatón, algo que antes no sucedía. Por ahí si es la cosa, amigos conductores y empresarios del transporte.
Noté el auge de la construcción en la ciudad, en donde hay bastantes proyectos en marcha por todo el Distrito. Adicionalmente, los proyectos son acertados estéticamente, lo cual es importante para una ciudad que merece ser bella.
Ahora hablemos de las negativas. Gatos y perros abandonados por doquier, creando un problema de salud pública ¿Será que hace falta una epidemia ocasionada por estos animales para que al Distrito le importe este problema?
Otro aspecto negativo es la indigencia. No lo digo tanto por la parte estética sino por la parte humana. Muchos indigentes durmiendo en los andenes, y la consabida pedida de la monedita. Hay agencias del gobierno creadas para manejar este problema, ¿por qué no han intervenido? La indigencia es una externalidad negativa para la industria del turismo.
En el tema de infraestructura, la malla vial de El Rodadero está destruida, los camellones tanto de El Rodadero como el Paseo Bastidas, son un peligro público, la ciudad llena de huecos, y obras distritales sin terminar por doquier. Bien que hagan obras nuevas, pero sin dejar perder lo que se ha conseguido con tanto esfuerzo. La malla vial de El Rodadero tiene que estar impecable los 365 días del año, y el resto de la ciudad también. Pienso que los diecisiete mil millones de peso que el anterior alcalde se gastó en los separadores de la Avenida Libertador, hubieran sido suficientes, y sobraba, para haber reparado toda la malla vial de los sectores críticos de la ciudad.
El Teatro Santa Marta y el Aeropuerto un total desastre. Promesas van y vienen y las cosas no se dan.
Fui a la Megabiblioteca varios días, y tienen dos trabajadores pretendiendo que trabajan. Obras que se atrasan, son obras que se encarecen. Alcalde, la ciudad necesita conocer cuál es el cronograma de esos proyectos y el monto de la inversión y de donde provienen los aportes. Las palabras claves son transparencia y honestidad, ¿no le parece?
De las obras que tanto emocionan a la gente, los dos o tres puentes y los tres o cuatro parques, no han dejado sino ganancias marginales en términos de eficiencia. Son soluciones cortoplacistas que se van a quedar cortas mañana, y que dejan en evidencia que el movimiento del pasado y del presente burgomaestre es más un proyecto personalista y populista y no un proyecto para traerle bienestar a la comunidad.
El populismo de Caicedo ha engañado al pueblo para hacerle creer que las cosas si están cambiando, y sembrar cizaña contra las 4 o 5 familias de las que habla mal la gente. Esto es desconocer e ignorar la historia. Esas cuatro o cinco familias han creado miles de empleo en el Magdalena, y de esas mismas familias, han salido gobernantes que le han dado al Magdalena y a Santa Marta todo lo que tiene hoy, más las obritas ridículas de Caicedo y compañía.
Esperemos que cuando los samarios despierten del embrujo caicedista, no sea demasiado tarde.