Cambiar la estrategia contra las drogas es una obligación

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Escrito por:

José Noriega

José Noriega

Columna: Opinión

e-mail: jmartinnoriega@hotmail.com



“La llamada guerra contra las drogas no ha logrado inhibir el tráfico ni el consumo en el mundo” (Enrique Peña Nieto - Presidente de México)

 

Después de reunirse la Asamblea de Naciones Unidas sobre Drogas (Ungass) se perdió una oportunidad para que los países que más han sufrido ese flagelo persuadieran a la comunidad internacional para cambiar el método de combatirlas y pareciera que a Colombia le siguen faltando pantalones para enfrentar ese monstruo que tanto daño ha causado y del cual seguimos sin delimitar las consecuencias para nuestro país y continuamos actuando como un apéndice de Estados Unidos que es el mayor consumidor de drogas.

No se puede olvidar que desde que se inició la fumigación por aspersión con glifosato se ha producido cualquier cantidad de maltrato a la vegetación y cultivos lícitos y específicamente cuando en la Sierra Nevada de Santa Marta han nacido más de 100 niños con malformaciones producto de ese veneno que tanto defienden aquellos belicistas y obtusos mentales que solamente piensan que el problema se debe seguir enfrentando con el Código Penal y no con una política estatal de salud y mientras la Corte Constitucional ordena suspender dicha aspersión aérea con ese herbicida, el Ministerio de defensa insiste en hacerlo, desconociendo el irreparable daño inmenso que el mismo produce.

Es inconcebible que Colombia en medio de su facilismo político se haya dejado arrastrar de manera inmisericorde en esa absurda posición punitiva de considerar que todo aquel infeliz que tiene el infortunio de ser capturado portando un pequeño alijo de drogas debe ser llevado a las mazmorras colombianas conocidas como centros de reclusión en donde el estado como primer violador de los Derechos Humanos se recrea a sus anchas cada vez que los gobiernos genuflexos y pusilánimes mendigan una certificación por parte de los Estados y de esa manera se sienten agradecidos por cuanto están cumpliendo fielmente las imposiciones de los gobiernos que nada hacen por taparle la nariz o impermeabilizarle las venas a casi setenta millones de sus nacionales que aspiran y se inyectan sin que pase absolutamente nada y siguen tan campante porque seguimos haciendo el papel de idiotas útiles y, obviamente, mientras exista ese mercado apetitoso, habrá quien les provea la mercancía.

Las estadísticas dicen que en casi todas las cárceles del mundo hay procesados ciudadanos colombianos por haber sido detenidos portando insignificantes cantidades de drogas y ello les ha generado condenas absurdas en algunos casos y en otros han sido condenados a la pena capital, sobre todo en países de Asia y el Oriente Próximo en donde todavía siguen creyendo que la droga es un problema de confinamiento y no de sanidad y ni que decir de Colombia en donde las mulas reciben ejemplarizantes condenas castigos mientras los grandes capos negocian sus penas y terminan pagando irrisorias sanciones y para ello solo basta mirar la complejidad del sistema penal americano en donde lo que les interesa es evitar e impedir la fuga de divisas y siempre que el narcotraficante les ofrezca entregarles sus fortunas o parte de ellas, acceden a reducir esas condenas a su mínima expresión y se pregunta la sociedad por qué si se le ofrece un principio de oportunidad a avezados criminales y terroristas para que entre ellos mismos terminen peloteándose de un lado a otro y alcahueteándose sus fechorías, no se hace lo mismo con esos infelices que muchas veces son obligados a viajar cargados de drogas y de ese modo se atacaría el mal de raíz y emprenderla contra las grandes organizaciones delincuenciales y no seguir ensañándose con esas pobres víctimas.

La legalización de la drogas que ahora son prohibidas le daría al estado una visión diferente y más real de convivencia y emprendería otras estrategias de cómo tratar a los consumidores y propender por conocer clínicamente esos múltiples daños colaterales que generan el consumo de drogas y no perder de vista que Colombia es la que pone los muertos y preña de jóvenes sus cárceles y muchas en el mundo, mientras los países consumidores simplemente se preocupan por sus divisas. Es hora de repensar la cosa y cambiar de estrategia, porque después de cuarenta años de persecución penal no hemos logrado desbaratar esa industria y ya va siendo hora de cambiar.