Todos en defensa de las corridas de toros

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El Pájaro de Perogrullo

El Pájaro de Perogrullo

Columna: Opinión

e-mail: jplievano@outlook.com



Para quien no haya asistido desde niño a toros, el espectáculo resulta ciertamente extraño y aterrador. Afición de pocos en estos días, sin duda, pero tradición  de la esencia misma de la cultura Colombiana, heredada de la cultura de nuestros antepasados de la madre patria. No hay nada más español y colombiano que los toros. Es parte del alma misma de España y Colombia. Es un canto y baile melancólico de vida y muerte, poético  y artístico. El torero y el toro, solos en los medios, aterran y estremecen.  El torero baila con el toro en el ruedo, se entienden, se complementan, y al son de un pasodoble se estremecen el alma y el corazón de los aficionados. Para los aficionados es arte, es un ballet poético que les  recuerda su propia mortalidad. Es un baile mágico que angustia y apasiona. No hay que pedirles a los que no son aficionados que entiendan o que se emocionen. O gusta o disgusta, no hay punto medio.

El torero, previamente a la faena, se encomienda a Dios en la misma capilla de la Plaza y conquista en el ruedo su miedo y temor a la muerte con coraje, valentía y determinación. Catolicismo y toros, nada más español, nada más colombiano. El mundo del toro en la actualidad puede parecer inusual, lleno de reglas y tradiciones que pocos entienden y algunos califican de ridículas y sanguinarias, pero ello es en realidad parte de nuestro devenir  histórico, en un constante esfuerzo del hombre para reglamentar y hacer civilizado lo cruel y sanguinario. Y los toros, además, no comprenden  solamente el espectáculo de la corrida como tal. Alrededor de ellos hay mucha cultura (literatura, música, baile y gastronomía), reglas de civilidad y convivencia y, por supuesto, familias enteras que viven de ello.

Pero ahora, en Bogotá, un Alcalde quiere acabar con las tradiciones y la cultura taurina, como parte del proceso de imponer su modelo económico y social, en conjunto con unos pocos anti-taurinos,  quienes no se dan cuenta que los están usando para un propósito mayor. ¿Crueldad con el toro? Sin duda alguna. Pero ese no es el debate. El debate es sobre el respeto y la libertad. En una consulta popular de "si o no" a los toros, el "no", con la vendedora consigna de eliminar la crueldad y el maltrato animal, ganará. Pero se juegan cosas adicionales a futuro con este tipo de consultas populares como son el respeto a las minorías y sus gustos, aficiones y tradiciones y el libre desarrollo de la personalidad. De hecho, no se puede someter todo a votación, conforme a que ello podría ser un atropello a las minorías.

La mayoría no puede imponer a las minorías sus gustos y proscribir sus aficiones. Si se permite tan absurda consulta popular, podríamos tener en un futuro otras consultas populares que prohibirían esto o aquello y violarían derechos de las minorías, so pretexto de que dichas prohibiciones son el resultado de decisiones legítimas y democráticas. En síntesis, la tauromaquia es parte de nuestra cultura, eso es indudable, y no se puede decidir si es o no así mediante una consulta popular o prohibirlas por votación.

La tauromaquia es arte para algunos, como arte para otros es un zapato viejo en un pedestal o un punto rojo en un lienzo. Por todo lo dicho, lo que pedimos los taurinos es respeto. Así, en esta época de tolerancia y de libertades, cada quien  tiene derecho a desarrollar su propia personalidad y tener sus propios gustos y aficiones, siempre y cuando se respeten los derechos de los demás, como lo hace la tauromaquia. Las corridas de toros son eso, gusto, tradición y afición, parte de la cultura Española y Colombiana, y merecen el respeto de los demás y la protección del Estado Colombiano.