En memoria de Clemente Diazgranados Caballero

Fallecimientos
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Por: Joaquín Ceballos Angarita

La fe profunda en la existencia de una vida supra terrenal gloriosa en el reino del soberano Creador, no es óbice para sentir humana consternación ante la partida hacia el umbral celestial de personas cosidas a nuestro ser por los indestructibles lazos de familia y de afecto.

Ese sentimiento de congoja constriñe el ánimo del autor de esta nota luctuosa dedicada a Clemente Diazgranados Caballero, quien, obedeciendo los designios del Dios en el que creyó sin dubitación, emprendió vuelo con destino a la celestial casa paterna el catorce de noviembre del año que declina. Entregó su alma a Dios, después de disfrutar del “banquete de la vida” durante ochenta y cinco años. Dilatado periplo temporal que recorrió en el seno del hogar con sus progenitores Antonio Diazgranados Herrera y Celina Caballero de Diazgranados, al lado de sus hermanos María, Mercedes, Celina, Marta, Alfredo, Betty y Carlos Mario, y en la familia que formó con su esposa Fabiola Ceballos Angarita y sus descendientes Clemente Antonio, María Angélica, Pilar y Juliana Diazgranados Ceballos. El distinguido extinto fue miembro prestante de la sociedad samaria. Prestigioso profesional de la arquitectura, a la que le dedicó sus estudios y ejercicio constante; igualmente cultivó su vocación por las bellas artes y las ciencias humanísticas. De temperamento equilibrado, sereno, analítico.

De firmes convicciones religiosas y políticas. Ejerció liderazgo en su partido el que contó con sus luces como miembro del Directorio Departamental Conservador. No hizo de la política un baluarte para obtener prebendas; la concibió, con criterio aristotélico, como el arte divino encaminado al buen gobierno de los pueblos. De mente abierta al diálogo controversial.

Presto a ponerse en contacto con los vientos que refrescan y remozan las ideas. Tenia entre sus contertulios libres pensadores, y con ellos mantuvo franca y cordial amistad. En medio de la tolerante comprensión conservó enhiesta e incólume la cruz de sus ideales doctrinarios: religiosos y filosóficos. Se nutrió de valores éticos y a ellos se ciñó en su trasegar privado y público. Hizo tránsito por el sector oficial y, sin que esa fuera su ambición, ocupó la Alcaldía Mayor de Santa Marta, y posteriormente la Gobernación del Departamento del Magdalena. Ambas dignidades desempeñaron con responsabilidad y honradez.

A Ellas ingresó y de ellas salió con la frente en alto, el honor sin mácula y la tranquilidad de conciencia que emana del deber cumplido. Hombre sencillo, de hábitos austeros, sin fatua ostentación. Sin flota blindada ni enjambre de escoltas; su anillo de seguridad era un conductor, un agente que al alcalde y al gobernador de turno les asignaba la policía -más por protocolo que por necesidad- y la imponente respetabilidad que en los gobernados infunde el gobernante honorable y bien intencionado.

Clemente Diazgranados Caballero fue un ciudadano integérrimo. Señor de múltiples cualidades y caballero por estirpe y por unción bautismal. Buen hijo, hermano y amigo. Excelente esposo, padre y miembro de familia. Como buen arquitecto, construyó el hogar lleno de amor, respeto y comprensión que pudo disfrutar al lado de Fabiola, su abnegada esposa, de sus queridos hijos Clemente Antonio, María Angélica, Pilar y Juliana; de sus yernos Juan Miguel, Tihery y Alejandro, y el amado nieto Antonio. Su partida para el edén de la paz perpetua ha causado hondo pesar y su talante erguido permanecerá vigente en nuestra memoria.


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