Icen velas, leven anclas

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Escrito por:

Fuad Chacón Tapias

Fuad Chacón Tapias

Columna: Opinión

e-mail: fuad.chacon@hotmail.com



Cuenta un relato chino que el emperador Mo Tun recibió a los negociadores de los poderosísimos Hu del Este, quienes le exigieron su mejor caballo a cambio de no atacar su imperio. A lo que Mo Tun sólo respondió "¿Por qué rehusar un caballo a un vecino?" y envió el semental.

Tiempo después, volvieron los negociadores con una nueva pretensión: La más hermosa princesa del emperador a cambio de no atacar el imperio. A lo que Mo Tun respondió "¿Cómo puede negarse una muchacha a un vecino?" y envió a la mujer.

Una vez más regresaron los negociadores ordenando una prerrogativa colosal: Tres mil millas de tierra que Mo Tun tenía sin cultivar a cambio de no atacar su imperio. A lo que Mo Tun respondió "¡El suelo es fundamental para el Estado! ¿Cómo vamos a entregarlo?" y decidió atacar a los Hu del Este primero.

Colombia tiene los títulos sobre el archipiélago de San Andrés desde la cédula real de Carlos IV en 1803 y lleva ejerciendo actos de soberanía sobre el Meridiano 82° desde hace más de 80 años. Consideraciones que la CIJ borró de un plumazo con su sentencia, pero que para nuestro Gobierno deberían ser razones suficientes que lo lleven a desacatar el fallo que esta semana cometió una infamia con nuestra historia y desgarró a la mitad uno de los departamentos de nuestra geografía.

La tierra es uno de los requisitos vitales sin los cuales no existe un Estado, de ahí la lucha eterna de muchos pueblos que vagan errantes, como los kurdos. No puede el país agachar la cabeza frente a una providencia abusiva y claramente contraria a derecho que quiere arrebatarle el poco territorio que subsiste a nuestro mapa rasgado por la incompetencia gubernamental acumulada década a década.

Esta no es una cuestión de partidos políticos, aquí no hay espacio para dividirnos entre uribistas, santistas, polistas, liberales ni conservadores. Hoy sí necesitamos una verdadera unidad nacional que haga respetar esos kilómetros de mar que en noventa páginas expropiaron de los libros de texto escolares. Habrá consecuencias, claro que las habrá, pero ninguna será tan grave como la de quedarnos impotentes naufragando en nuestra propia indecisión, mientras vemos cómo Nicaragua se hace con lo que legítimamente siempre ha sido de nosotros.

Presidente Santos, ordene a sus buques y demás embarcaciones que icen velas y leven anclas con las cartas de navegación rumbo al Meridiano 82° para asentarse allí y no retroceder ni un centímetro. No con el ánimo de iniciar una ridícula guerra que tampoco solucionaría nada, sino con la firme convicción de plantar cara a Nicaragua y a la CIJ para, por primera vez en los antecedentes de esta República, oponernos a perder sin merecerlo. Muchos otros países lo han hecho previamente y ninguno se ha arrepentido hasta ahora.

Presidente, usted no puede complacer al mundo, pero con que escuche a su gente habrá cumplido con la Constitución.

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