Ecos de hombres fungibles

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Escrito por:

Fuad Chacón Tapias

Fuad Chacón Tapias

Columna: Opinión

e-mail: fuad.chacon@hotmail.com



El testimonio es una herramienta probatoria que gozó de gran respeto y buena reputación en las eras pretéritas donde la palabra aún valía algo. Tanto sería su prestigio que la confesión de un crimen era considerada la prueba reina dentro de cualquier proceso, por ende debía conseguirse bajo las estratagemas que fueran necesarias. De allí el origen de su propia debacle, pues la práctica generalizada de torturas para extirpar mentiras inventadas que se camuflaban como verdades disminuyó su credibilidad.

Curiosamente en Colombia hemos invertido esta ecuación histórica y terminamos por ubicar al testimonio en lo más alto de nuestro ordenamiento normativo como la Piedra de Rosetta a partir de la cual se interpretan los hechos que se controvierten en un juicio. Este peligroso trastocamiento de la lógica jurídica nos arrojó al vacío de lo absurdo y ha dado lugar a engendros tales como el "Carrusel de Testigos", donde sujetos en situación de necesidad venden su nombre, alma y honra a cambio de hacerse pasar por muñecos de ventrílocuo que repiten un guión aprendido de memoria.

Los yerros que esto puede provocar no sólo tienen la eventualidad de contagiar con visos de veracidad aquello que es falso, como le sucedió a Sigifredo López, sino que también permean de falsedad aquello que todos damos por cierto, como tristemente le va a suceder al Caso Colmenares. Por dónde se le vea, esta práctica nociva de otorgarle prevalencia a la palabra del uno contra la del otro, y engarzarlos en un infructuoso pulso de afirmaciones para determinar cuál pesa más para la justicia, dejando de lado el acervo probatorio que se recolecta, no dejará nada bueno para el país.

Cuando un hombre no tiene nada más que perder en la vida y se declara dispuesto a "colaborar con la justicia" es el momento indicado para encender realmente las alarmas que nos obliguen a escrutar meticulosamente y con pinzas cada sílaba que surja de su relato. Si para algunos su situación de desesperada vulnerabilidad le impulsará a decir la verdad, yo considero que puede ocurrir el efecto contrario: Tiene luz verde para sacarse varias espinas clavadas invitando al baile de los estrados judiciales a sus rivales y enemigos.

No pretendo que se le despoje al testimonio su calidad como valioso instrumento de cooperación en la búsqueda de la verdad, sólo quiero recordarles que antes de hacer señalamientos apresurados sobre personas salpicadas por tal o cual declaración, debemos tener claro que en muchas ocasiones podemos estar ante famélicos ecos de hombres fungibles, quienes al verse contra las cuerdas subastan su consciencia al mejor postor para reproducir versiones ajenas que no les constan, pero están consignadas en libretos roídos por la resonancia de cosas que nunca sucedieron.

Obiter Dictum: Roy Barreras, yo sí me imagino a los senadores llegando a trabajar en bus o Transmilenio al Congreso como el resto de los mortales… Por la carrera séptima para uno que dice "Germania - Cra 4 - Luis Ángel Arango", ese los deja rapidito y bastante cerca del Capitolio… ¡No sean descarados, señores!



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