Odebrecht

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Joaquín Ceballos Angarita

Joaquín Ceballos Angarita

Columna: Opinión 

E-mail: j230540@outlook.com


¿Hasta cuándo el sainete? Como ocurrió en época pasada de la historia nacional con la famosa cantinela del robo de las joyas preciosas de la iglesia de Monguí, recurrentemente sale a relucir el escándalo en el que, a directivos de la multinacional cuya razón social sirve de título a la presente columna, involucran en la comisión de actos punibles varios. Delitos de diversa caracterización normativa en los que no solo estarían incursos representantes de la anotada mega firma contratista a nivel global, sino que comprometería la responsabilidad de múltiples personajes destacados de la política y de la administración pública nacional. Inclusive a expresidentes de naciones cercanas en nuestro continente, algunos de los cuales han sido condenados por la justicia de sus países y otros enfrentan investigaciones en curso. En el dédalo del estremecedor enredijo Odebrecht salen a flote heterogéneos actores. Disímiles versiones. Todo un universo de especímenes atados a gestiones y acciones que mancillan gravemente la honorabilidad y el buen nombre de altos gestores del Estado colombiano. Conductas que revelan la indelicadeza o falta de escrúpulo de funcionarios al servicio de la nación, que incurrieron en ostensible quebrantamiento de principios rectores de la administración pública. En el tremedal corrupto están atrapados personajes que formaron parte del Consejo de Ministros, Viceministros, asesores, particulares,  y hombres que ciñeron la tricolor banda presidencial o aspiraron a lucirla.   

La justicia, noción axiológica abstracta, sin corporalidad tangible es un valor superior  incorruptible en el que se sostiene el orden social. Si falla la justicia, la sociedad entra en caos, periclita. Donde no existe justicia institucionalmente establecida y aplicada pronta y cumplidamente impera el desorden, la anarquía y cada individuo la hace por mano propia. Se regresaría a la vindicta talonaria.  Esto, concebido como hipótesis, infortunadamente tienen vivencia real pues, frecuentemente, los medios de comunicación muestran la reacción compulsiva de grupos de ciudadanos que, irritados por la alevosía de hampones, castigan severamente a malhechores redomados.  Se impondría, la ley del más fuerte, poderoso o violento. Como en la selva el león: quio nominor leo. Con la ley salvaje, las especies débiles están inexorablemente condenadas a ser presas fáciles para el depredador que con mayor fuerza manda en la espesura del bosque.

El Derecho, se ha dicho muchas veces desde remoto tiempo y se seguirá expresando hasta la extinción del mundo, es el muro de contención que tiende a evitar las reyertas entre los seres humanos, procurando que no se den estas y si surgiere alguna, la controversia pueda resolverse civilizadamente a través de la justicia transfigurada en equidad, es decir,  aplicada al caso particular: dispensándole a cada uno lo que en derecho le corresponde. El postulado ideal jus suum quique tribuere predicado por Ulpiano en su paradigmático tríptico, arquetipo de código de buen comportamiento del individuo en sociedad.

Tratando de hilvanar dialécticamente los conceptos anotados sobre el Derecho, la justicia y la equidad con el caso Odebrecht, es jurídico y justo que la sociedad colombiana reivindique plenamente el derecho que tiene a saber la verdad. Que se dilucide hasta lo más recóndito qué fue lo que realmente ocurrió. Que se saquen a la luz pública, sin reserva, todos los elementos factuales subsumidos en los tipos penales en que se hallan incursos los autores de los actos reprochables penalmente. Que se compruebe la comisión delictiva. A los culpables, sin sesgo ideológico, se les sancione conforme a la ley. Sin exclusión de ninguna clase. Dura lex sed lex. Que los órganos jurisdiccionales actúen con probidad, imparcialidad, celeridad y eficacia. Sin dilaciones falsamente garantistas proclives a la impunidad. Que el bochornoso caso Odebrecht se convierta en res judicata, y su espectro, para siempre, deje de revolotear en el horizonte colombiano, especialmente en periodos preelectorales. 



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