¿Democracia o tumulto?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Joaquín Ceballos Angarita

Joaquín Ceballos Angarita

Columna: Opinión 

E-mail: j230540@outlook.com


Se da por sentado que el vocablo democracia surgió en Grecia en el siglo V antes de Jesucristo. Etimológicamente significa gobierno del pueblo. (Demos Kratos). La cultura universal exalta ese concepto y en el curso de la historia y de la evolución sociopolítica de la humanidad es -y seguirá siendo- tema de constante dilucidación en el ámbito ecuménico. La democracia tiene vigencia atemporal.

Es una institución cosida al espíritu de los seres racionales con vocación indestructible de libertad. Mientras el globo terráqueo esté habitado, vivirá la noción de democracia y el anhelo de conseguirla. Apologistas sabios tiene la democracia. Eruditos politólogos, a lo largo de diecisiete siglos, en páginas imperecederas la han definido y han fijado los principios, los valores, las reglas que la conforman y le dan firmeza inconmovible. También eminentes ius filósofos han expresado reticencia sobre la democracia, por considerarla débil en la medida que permite que la ataquen con plena libertad los enemigos de ella que desean destruirla.

Además, debido a que el pueblo que es quien la ejerce, fácilmente incurre en candidez y se deja engañar por corruptos demagogos. Desafortunadamente ese es un peligro latente; del que no está a salvo ningún conglomerado de personas. Verdad incontrovertible suministrada por los datos de la experiencia a cualquier ciudadano, en el lugar del planeta tierra en el que se quiera posar, si le dedica un instante de su tiempo a reflexionar sobre este postulado evidenciado en la vida real. Ante ese peligro incuestionable la sociedad organizada no debe acudir a la estrategia sumisa y cobarde de abdicar de la democracia, sino defenderla resuelta y valerosamente enfrentando la turba vociferante de enemigos que quiere destruirla.  Recapacitar y adquirir conciencia de que con el sistema democrático es posible que el pueblo escoja a sus gobernantes para que gobiernen bien, les garanticen a los ciudadanos el ejercicio de sus derechos y le den bienestar a la comunidad. Sí, la democracia permite elegir mandatarios pulcros, responsables, con vocación de servicio público, competentes, que ejerzan el mandato popular de forma incluyente, despojados de ánimo de vindicta, sin odio, sin resentimiento.

Sin ínfulas dictatoriales, sin propósito de quebrantar el sistema jurídico constitucional y legal, respetando las instituciones y las atribuciones propias de las ramas del poder público. Con hojas de vida limpias. Sin enviar mensajes incitadores a la violencia de clases ni utilizar balcones para lanzar arengas instigadoras a tumultos callejeros o incendiarias amenazas de revolución. Gobernantes sensatos, que de veraz quieran construir paz y no sean promotores de conflictos fratricidas. Que promuevan la justicia social y luchen contra la pobreza, la miseria, el hambre y la desolación de los desposeídos de la fortuna sumidos en la indigencia, pero sin demagogia, farsa, ni persiguiendo a los que generan empleo y construyen empresas. Menos sembrando desarmonía y disociación entre empleadores y empleados. Gobernantes con instinto de conservación, conscientes de que la violencia genera violencia y que a los incitadores a la violencia o la guerra también les entra el plomo. Que recuerden el flechazo que le sacó el ojo a Filipo por andar de bronquinoso. 

Atenta contra la democracia el gobernante que azuza a etnias para que, en asonada permanente, constriña por la fuerza o la amenaza al Congreso de la República a aprobar proyectos de ley de origen gubernativo.  El Congreso, a pesar de las muchas falencias imputables a gran número de sus integrantes, es órgano fundamental de todo Estado organizado jurídicamente. Es pieza esencial del sistema democrático, consagrada en la Carta Política de Colombia. Tiene autonomía y goza de independencia, como órgano legislativo del país, y sus miembros son elegidos popularmente. Está dentro de sus funciones expedir actos legislativos y leyes, responsablemente y libre de coacción.



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