Una forma sostenible

Editorial
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 "Trenes para Chile", un programa del Gobierno para recuperar la red férrea abandonada en tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet, 1973-1990, ha emergido en el debate público como una forma más sostenible de moverse, pero también como posible alternativa a la influencia que ejerce el gremio de camioneros.

Este rubro, que ya fue esencial en las protestas que se produjeron previo al golpe de Estado en 1973, inició una nueva huelga, la segunda desde que el pasado 11 de marzo asumiera el Gobierno Gabriel Boric, en demanda de ayudas frente a la crisis y más medidas de seguridad en las rutas. Una movilización que criticó este con dureza el mandatario y que se produce en medio de la discusión presupuestaria que contempla más de 1.000 millones de dólares para Obras Públicas, entre ellas infraestructuras ferroviarias actualizadas.

"El paro que han llevado adelante diferentes grupos de camioneros no es contra el Gobierno, es contra la ciudadanía; si insisten en hacerle daño a nuestro país, les decimos que vamos a actuar con toda la firmeza que la ley nos otorga y por cierto, esto reafirma la importancia del proyecto que se esta desarrollando de trenes para Chile", advirtió el mandatario.

Entre la construcción de puentes, aeropuertos y carreteras, destaca en los planes del Gobierno la política "Trenes para Chile", una voluntad manifiesta de devolver a unos de los países más largos del mundo una red de ferrocarriles que pasó de ser vanguardia a principios del siglo XX a una malla de conexiones en situación de desmedro o decaído durante los últimos 40 años.

En 1910, el país contaba con una densa red de trenes desde Iquique, en la desértica zona norte, hasta Puerto Montt, en el extremo sur, con más de 8.800 kilómetros de línea construidos. Hoy, la Empresa de Ferrocarriles del Estado, EFE, no cuenta si quiera con un catastro completo de sus bienes, líneas férreas y estaciones, y según expertos no supera los 1.000 kilómetros de uso efectivo.

Chile está atrasado al menos cuatro décadas en el desarrollo de una red de trenes que permita una conectividad moderna y de alta calidad en el país, aunque es claro el intento de restauración. Se trata, de una inversión de futuro, aunque se identifican obstáculos importantes para su concreción inmediata como el delicado momento económico que vive el país e intereses particulares que contienen el avance de estas políticas.

Es un tiempo en que se anuncia una depresión económica y, por tanto, se hace compleja la posibilidad de una inversión tan fuerte de forma focalizada, aunque puede ser bien definida y asertiva. Esto cruza con una matriz de intereses relacionada con gremios de autobuses y transporte carretero de carga, espacios que tienen la posibilidad de manejar monopólicamente ese rubro y desde allí presionar.  Sin embargo, la ciudadanía tiene una buena memoria sobre el funcionamiento y beneficios que implican los trenes, siendo un medio anhelado por la población en general.

El medio ferroviario deberá imponerse por necesidad vital de las sociedades humanas, en el camino por dejar atrás los combustibles fósiles y mitigar los cambios derivados del calentamiento global, por tanto, se trata de un plan que tiene relevancia vital para el desarrollo de Chile.

El ferrocarril no solamente va a permitir una mejor conexión de los mercados, sino también mitigar la contaminación. El primer mundo se desarrolla a través de estos medios, en cambio en Chile y América Latina, ha estado al debe; además, una nutrida red ferroviaria tiene un impacto social positivo, en tanto une pequeñas comunidades con grandes urbes.

Chile hoy tiene la posibilidad de salir de un anacronismo que ha sido permanente en sus intentos por modernizar el transporte sobre rieles, caracterizado por una electrificación lenta y tardía, sumada a la casi aniquilación de la red durante la dictadura de Augusto Pinochet, 1973-1990.

Hay que ser realista y entender que el país no se va a llenar de trenes y ferrocarriles de la noche a la mañana, es un proceso paulatino que toma décadas, pero que al menos hoy es algo cierto. Chile tiene forma de tren y esto pone agenda lo que el Estado siempre debió hacer, apostar por una buena conectividad ferroviaria.