Extraños hábitos en las políticas públicas

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ramón Palacio Better

Ramón Palacio Better

Columna: Desde el Centro Azul

e-mail: ramonpalaciobetter@yahoo.com



En la sociedad colombiana han aparecido nuevos hábitos y con ellos nuevas costumbres. La Nación ha comprobado en la mayoría de las regiones que el sufragio ha sido una gran mentira y un arma sutilmente envenenada para acabar a diario con las esperanzas de la democracia y de la cual todos los partidos políticos se han servido. De aquí, el que no haya una opinión vigorosa que se atreva a condenar y a llamar por sus nombres las innumerables fechorías ejercidas como progenie de unas políticas públicas inconsecuentes por hombres y mujeres pertenecientes a los partidos políticos. Por el interés de estas políticas públicas se ha sustituido al de la Patria, cuyos intereses y valores permanentes desaparecen ante las pretensiones e ideas connotativas de cada bando político. Por lo que hemos observado constantemente en los colombianos, no basta hoy en día que alguno de los partidos se llame defensor de la moral, si abriga en su seno infinidad de hombres y mujeres que desmienten con sus hechos las doctrinas y principios que irresponsablemente predican como dogma partidario.
Es indispensable que los partidos como vocativo se regeneren, y esta no es obra de unos cuantos solamente seleccionados a dedo y quién sabe porqué; sino de la sociedad colombiana entera, ese es el verdadero compromiso del cambio. Es la sociedad la que se divide en hombres malos y hombres buenos, aunque siempre los malos terminan agregándose a uno u otros partidos, estos nunca serán más que los hombres buenos, especialmente en una sociedad como la nuestra que aún no se ha degradado totalmente. Entre las muchas causas que han faltado a la ética, generando la perversión de nuestros partidos políticos deben contarse sin lugar a dudas los continuos fraudes y trampas eleccionarias, tradicional ensueño de los bandidos sin ley; igualmente, otro indudable engendro ha sido el errado e incorrecto manejo en los negocios públicos cuyas prácticas y gestiones de desempeño empleado en los últimos años, con fines personales disfrazados de programas democráticos oficiales, especialmente concesionados. El auge por adulterar el sufragio popular y alcanzar el poder, todavía sigue siendo un especial mérito para los miembros de los partidos, son como la constancia o prueba de un salvaje e ilegal entusiasmo por las causas del partido que pretende practicar el eudemonismo, quienes ejercen una presunta doctrina moral que identifica la virtud con la alegría de realizar el bien.
Cuando en realidad es una temible viveza de impune jugarreta para derrotar al enemigo o adversario electoralmente. La tolerancia y el disimulo de la sociedad por estos hechos incluye a un enorme sector de la población colombiana, quienes después de enterarse de los resultados, poco o nada, les importan los aplausos y jeringonzas de los favorecidos en clandestinos e ilegítimos fraudes. Los partidos no solo han propagado el hábito de cometer fraudes en el sufragio, sino que se han convertido en intermediarios de un especial oficio o profesión para medir caudales electorales o movimientos de masas partidarias, distanciándose de las normas legales y de las medidas de los problemas sociales o sociometrías, necesarias para el buen funcionamiento y analepsia del Estado. Cada región colombiana tiene sin lugar a dudas una media docena de imbricados o entronizados falsificadores polifásicos, tanto de votos, como de registros electorales, que envilecen y hacen perder la dignidad, regional y nacional. De manera que no es nada extraño observar a los directores de los partidos acudiendo donde estos falsarios, como quien va donde el zapatero a buscar zapatos. Llamar las cosas por sus nombres y hacer sentir a los que practican el peso de la execración pública, es sin disputa, el medio más eficaz para remediar el mal.
Hombres ontogénicos, realmente pervertidos por estos asuntos con dificultad volverán al buen camino, ni a sus anexidades, es muy difícil; igual que los acostumbrados a la vida light o al dinero fácil, es muy difícil verlos hoy sin dinero, con los overoles puestos trabajando tan solo ocho horas diarias, es muy raro. Pero no así, con una infinidad de jóvenes a quienes la opinión pública no ha sabido hacer comprender su notorio extravío o descuido, por estos asuntos, que estamos seguros volverán sus pasos a la realidad, al buen camino. Las demandas existentes en las Registraduría del país, nos hacen ver y notar, mejor presumir, la existencia de muchas empresas paraestatales que promueven el fraude electoral en cualquier parte, sin interesarnos quien lo perpetra. Estos falsarios, como al igual que el crimen de la falsedad, deben ser conducidos al presidio. Sin embargo, podemos agregar a estos análisis temáticos, que si bien aquellos fraudes cometidos en el pasado se efectuaban descaradamente, hoy han tomado otras formas retractiles de política pública, sistematizadas, lo cual quiere decir que la sibilina sustancia, o lo sustancial aún está allí, no ha cambiado, a pesar de las renovadores practicas organizacionales y eucráticas implantadas en la actualidad.