De memes y capos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Fuad Chacón Tapias

Fuad Chacón Tapias

Columna: Opinión

e-mail: fuad.chacon@hotmail.com



Colombia es un país de paradojas constantes sumergido dentro de una lógica no siempre del todo coherente, una tierra impredecible que cada tanto nos sorprende con contradicciones que nos dejan asombrados y nos obligan a reflexionar sobre lo difícil que es para nuestro país actuar con sentido común. La historia que nos antecede y la sociedad que presidimos son suelo fértil para una interminable cantidad de ejemplos macondianos que delatan a una nación bipolar con cortos destellos de cordura que duran un efímero e infinitésimo segundo. La convicción de nuestro pueblo dice que hará A, pero termina haciendo B, demuestra su odio a C haciendo D sin darse cuenta de que es lo mismo que C.
Otro más de estos episodios fue presenciado hace no mucho. Un par de semanas atrás dos completos desconocidos en nuestro medio local salieron del anonimato para convertirse en personas no gratas para todos los colombianos. Una holandesa embajadora de la Unicef, NIcolette Van Dam, y un caricaturista belga, Pad'r, llenaron las portadas de los diarios y revistas cuando publicaron imágenes similares de jugadores de la Selección aspirando cual cocaína la espuma con la que los árbitros demarcaban los tiros libres en el mundial. La indignación fue instantánea y volaron los trinos incendiarios que dieron con la renuncia de la actriz a su cargo humanitario y la retractación del lápiz belga.
Entonces vino la hora de la ironía, incluso más aguda que el hecho de que Colombia se haya ganado el premio fairplay de la FIFA cuando sus hinchas celebran matándose. Un canal privado de televisión empapeló las ciudades con su publicidad farándulera. En ella se hace promoción del lanzamiento más despampanante de la cadena para el 2014, una nueva vieja serie que ya llega a su tercera "temporada". El Capo, la historia de un narcotraficante que se sale con la suya burlando a la justicia y hace que el televidente al final lo apoye por los dramas humanos que se tejen entre su búsqueda del poder y el dolor de su familia.
¿Cuál es la verdadera Colombia a la larga? La que reprende enérgicamente a cualquiera que se burle de nuestro sangriento pasado narcótico o la que todas las noches alimenta la maquinaria de nuestras pesadillas con un rating que hará volar la novela a otras latitudes vendiéndose por millones para seguir sembrando la imagen de adictos que ya tenemos. No tiene sentido exigirle a los canales moral, porque no es su obligación tenerla, pero al televidente sí se le puede pedir que al menos deje de tener dos. Una para las cosas que vengan de afuera y otra para las que vienen de adentro.
Tenemos la sensibilidad alborotada como aquel que se burla de sí mismo por ser gordo, pero se enoja de sobremanera cuando alguien más lo hace. Una doble moral que no nos deja ver el verdadero problema, que en el fondo podemos ser nosotros mismos.
Obiter Dictum: Pasarán los años, las generaciones y los presidentes, pero dentro de un siglo seguiremos diciendo que eso era gol de Yepes.