Hace exactamente cuatro años, cuando el hervidero político se sacudía con violencia y cada candidato decidía su bando, las columnas de opinión se debatían semana a semana en una contienda sobre Santos y Mockus, dos personajes muy particulares.
Unos apoyaban al primero y lo señalaban como el heredero legítimo de la seguridad democrática, mientras otros presentaban al segundo como la renovación necesaria de la política y la nueva esperanza joven que se abría paso. Pero este año las cosas han cambiado drásticamente, pues no estamos ante el mano a mano intenso y febril entre Oscar Iván y el Presidente que muchos quisieran, sino que la prioridad ha cambiado y parece que todos los sectores se han unido para atacar a quien parecería ser el próximo presidente de Colombia: Nadie.
Así es, Juan Manuel no se siente estorbado por Zuluaga, ni este por Peñalosa, ni aquel por ningún otro, porque todos saben que están perdiendo y el verdadero rival es el voto en blanco, algo inédito para una política acostumbrada a votar por el menos malo siempre. Esto se palpa mejor en las toldas del Congreso, ya que es impresionante la cantidad de candidatos que en lugar de promover su campaña se han dedicado a hacerle publicidad negra a esta alternativa. Y esto se ha visto reflejado en la prensa, donde cada vez son más las opiniones que cuestionan la utilidad de esta herramienta, al punto de tachar de perezosos, en un acto de intolerancia informativa, a todos aquellos que se están decantando por él.
El último en hacerlo esta semana fue Vladdo en su columna de El Tiempo. Allí no sólo tacha ingenuamente al voto en blanco de "tesis absurda", sino que subestima su poder diciendo que sería mucho más efectiva una movilización de camisetas blancas por las calles, desconociendo que una victoria atronadora de este voto de opinión en las urnas sería la materialización en acciones que las marchas callejeras no han logrado.
Uno de sus argumentos con menos asidero es aquel en el que sostiene que la victoria del blanco en las elecciones parlamentarias le cerraría las puertas a partidos pequeños que suelen ser los más puros. En Colombia se ha demostrado que la corrupción muta y acoge muchas formas, por ello es inocente afirmar que los movimientos minoritarios están libres de pecado. Basta con tomar como ejemplos al Mira o a Opción Ciudadana (antes el PIN y antes Convergencia Ciudadana) para comprobar que en materia de escándalos el tamaño no importa. Así como hay malos en los grandes, hay buenos en los chicos y viceversa.
Nadie es el blanco del miedo en esta carrera electoral porque se afianza con el pasar de los días y, contrario a los demás candidatos, él sí crece, como la última encuesta lo demuestra al otorgarle el 41,5%. 2014 será recordado como el año en el que la gente se cansó de las mismas mentiras de siempre y salió a dar un golpe de autoridad. Así a Vladdo le parezcamos una recua de ociosos.