Escrito por:
Tulio Ramos Mancilla
Columna: Toma de Posiciones
e-mail: tramosmancilla@hotmail.com
Twitter: @TulioRamosM
Ese, el del título, es un proverbio del Sur de Italia (ignoro si siciliano, calabrés, sardo, o simplemente napolitano), de Il mezzogiorno, como odiosamente se refieren a tal región muchos italianos industrializados del Norte, de Turín y Milán especialmente, para aludir al supuesto atraso de los primeros.
Hablan, los de la Lombardía norteña, con prepotencia, de El Mediodía de los sureños: todavía no alcanzan a ser hombres completos, desarrollados…, van por el mediodía, van por la mitad del camino evolutivo: son como monos, sugieren, sin decirlo abiertamente.
Lo curioso es que, hoy, con la crisis económica (lo cual es un casi un eufemismo: no hay crisis económica que no provenga directamente del quiebre social y humano, en primer lugar), en la Italia del Norte abundan los suicidios, pues todo indica que su socorrida industrialización no era tan sólida como para aguantar un real momento difícil.
En el Sur, en cambio, como siempre han estado "atrás", nadie se preocupa por nada; entre otras cosas, porque, curiosamente, todo tiende a estar mejor cuando a tu enemigo le va mal. Cosas de la vida, ¿qué se va a hacer con el Hombre?
Cervello, coure e coglioni quiere decir, en español: Cerebro, corazón y cojones. Para las viejas generaciones del Sur, aquellas que integraban o legitimaban la Mafia originaria, centenaria, un hombre no estaba completo de verdad si no cumplía con las 3 C, siendo cada una de tales letras la respectiva inicial de las tres palabras del refrán, lo cual se corresponde, de pasada, con nuestro propio idioma. Recordemos que los mafiosos mediterráneos no eran sino una especie de aristocrática respuesta ante la influencia injustificada del Estado italiano (presumiblemente, porque el Estado italiano ha sido algo inestable desde la caída del Imperio Romano, o sea, desde hace unos 1.500 años), reinventado por la Italia alpina "unificadora", que, simultáneamente, los despreciaba.
No se trataba, la Mafia, de una organización de jaladores de carros, gatilleros sin ton ni son, hamponcetes de cuarta que matan porque no saben pensar, como los que, por decir algo, nos tenemos que aguantar en Colombia. (Sí, habrá quien diga que eran lo mismo, pues al fin y al cabo los paramilitares locales justifican sus crímenes con el manido abandono estatal y otras monsergas dizque políticas. Cada uno en su esfera).
En realidad, la Mafia se trataba de hombría y virtud, al tiempo y sin contradicción real o aparente. Ni siquiera una gran secuencia fílmica como El Padrino ha logrado rescatar completamente del estereotipo la imagen de elegante crueldad psicopática que encierra el ir en contra de las reglas porque no se conoce ni entiende otro camino, y no por simple parasitismo social.
La radical afirmación de la individualidad, subyacente en la conducta criminal dirigida-específica-, y que es masculina desde luego, pero honorable sobre todo, no se puede valorar correctamente si no se ha apropiado uno del medio ambiente con sus propias manos, se ha padecido de adanismo, y se ha tenido que enfrentar a la ardentía infantil de sociedades volátiles, como la Italia "para la que nada es imposible", como decía, bocón, un exfutbolista de allá entrevistado hace poco.
Nosotros también nos debatimos entre la Rubia y la Morena (para los que me entienden), y por eso haríamos bien en prestar atención a lo que les pasa a los pueblos que, a pesar de ser "viejos y sabios", todavía no logran definir qué son. Si no me creen, averigüen por los muchachos de la ´Ndrangueta, esos sí ya unos mafiosos vulgares, simples negociantes de droga, como los que abundan por aquí.