Añejos valores para adornar el alma

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Escrito por:

Ramón Palacio Better

Ramón Palacio Better

Columna: Desde el Centro Azul

e-mail: ramonpalaciobetter@yahoo.com



Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición; y muchos son los que entran por ella. Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno dicen malo. Un filósofo de principios del siglo XX definía la moral como "lo que agrada a la mayoría". Pero un pobre combatiente en pro de la libertad se indignaba siempre ante tal concepto. Y decía: "En estas condiciones, el mal puede llegar a ser bien si recoge una gran mayoría de voces, y el bien mal si se revela minoritario".

Claro que estas determinaciones conducen a los más extremos estados de relajamiento y pueden en uno u otro momento desembocar en los peores excesos. Esto fue lo que sucedió en los regímenes totalitarios de un pasado no muy lejano, por cierto, que negaba toda distinción entre el mal y el bien, callando o silenciando de inmediato la conciencia natural. No nos dejemos engañar nunca por la pretendida moral de la mayoría. Es mejor buscar el camino que nos lleva a la vida, es el menos frecuentado pero su meta es maravillosa.

Por ello debes embellecer tu moral y tu alma, el verdadero limpiador de tu alma es el perdón. Debemos usarlo todo el tiempo, apenas aparezca una impureza, aplícalo. No te acuestes nunca sin haber pedido perdón y sin haber perdonado. El resultado de ello, es que te acostarás en paz y asimismo dormirás y tu sueño te sustentará. El hidrante de tu moral y de tu alma es la oración, si no hidratas la piel de tu rostro, se marchita. Así, si no oras, tu alma se reseca. Pero a medida que confiemos en Dios, el afán y la ansiedad desaparecen, y aprendes a reposar y esperar en el Señor.

El tonificante más importante de tu moral y de tu alma es la alabanza. Cuando alabas a Dios y vuelves a Él tus pensamientos, cuando te olvidas de ti mismo, sin egoísmo en tu corazón, quedas libre para que Dios ponga en ti su gozo. Igualmente, lo que nutre tu moral y también tu alma es la palabra. Así como en lo físico no podemos vivir sin los alimentos, nuestra moral y nuestra alma necesitan el alimento de la palabra de Dios. Cuando nos alimentamos de la palabra, las debilidades y también las confusiones desaparecen. De lograrlo seremos como árbol plantado junto a corrientes de agua.

El protector de nuestra moral y de nuestra alma es la coraza de la fe. Con la fe nos protegeremos de las inclemencias de la vida, siempre mirarás por encima de las circunstancias y pasaremos victoriosos en medio de tantas pruebas. A través de ti, Dios moverá montañas y alcanzarás a otros para gloria de Dios. Si logramos a diario utilizar estos viejos y económicos productos para la belleza, de nuestra moral y de nuestra alma se mantendrán siempre limpias y el corazón será cada vez más puro. Y nos saciaremos de bien, de modo que nos rejuveneceremos de manera evidente.

El que alguien toque nuestras vidas es un privilegio, como también tocar la vida de alguien es un honor, pero el ayudar a que otros toquen sus propias vidas es un placer indescriptible. Recordemos que en los postreros tiempos de no cambiar las actuales costumbres, los hombres serán más egoístas, más soberbios, sin afecto natural e irremediablemente inmorales. Porque cada vez toleramos más y más, a una sociedad de la cual disfrutamos, pero de conductas penosas, irrespetuosas, cuyas flores no retoñan, puesto que tenemos muerto el corazón por los demasiados hechos de inmoralidad, que avanzan sorprendentemente en nuestras sociedades.