El ultimátum dado al gobierno sirio de parte de Estados Unidos y sus aliados, indica que estamos ad portas de convertirnos en testigos mudos de un nuevo conflicto internacional. Como se acostumbra a decir normalmente, este mundo está loco y el que muere sana.
Que no soy experto en asuntos que se plantean en torno de la situación critica que viven los pueblos del mundo y que por lo tanto no debería opinar sin conocimiento de causa acerca de esa temática, podría ser cierto. Sin embargo, pienso que los cinco o seis mil años que llevamos masacrándonos unos a otros por causa de la religión, la política o las ideas insanas ha sido tiempo suficiente para hacernos meditar acerca del daño que hemos hecho a nuestros semejantes en diferentes épocas de la historia.
Nada amerita, pienso yo, que continuemos destruyéndonos unos a otros, o destruyendo inmisericordemente lo poco que nos ha sido heredado, porque aunque en esta tierra estemos de paso, estamos obligados a dejar una huella imborrable para bien de la humanidad.
No estoy de acuerdo con la intervención en Siria o en cualquier otro país, pero tampoco estoy de acuerdo que los gobiernos corruptos o los miles de dirigentes deshonestos y poderosos que deambulan por los rincones del planeta, continúen martirizando a los débiles y oprimidos, o que incluso, los fuertes emocionalmente, engañen con discursos miserables a aquellos que necesitan sentirse importantes.
No es justo esto ni aquello, porque de una forma u otra, continuamos imponiendo por la fuerza el pensamiento, la religión o las ideas egoístas en nombre de un Dios, la fe o la revolución. ¿Qué clase de pensamiento corrupto domina al hombre? ¿Qué lo hace sentirse individualmente mejor que sus semejantes? No lo sé, pero la realidad es que seguimos actuando tan egoístamente como hace seis mil años.
Es tal el grado de descomposición que arropa nuestro pensamiento, que creemos tener el derecho de inducir a otros, a pelear las guerras que insanamente tejemos en la oscuridad de las mentes perversas que dominan las acciones del ser humano. Muchas veces, justificando esas actuaciones en nombre de supuestas causas nobles, que para ser justos, de nobles no tienen nada.
Miremos hacia lo mas profundo de nuestro espíritu y reflexionemos acerca de la forma en que actuamos, tal vez, nuestra conciencia corrupta nos indique el camino correcto a seguir. Porque no podemos seguir induciendo a otros a pelear por causas egoístas, y mucho menos, imponer nuestras ideas oscuras por la fuerza. ¿Qué piensa usted acerca de esto? ¿Es acaso justo continuar destruyéndonos a nosotros mismos o a lo que nos rodea?