Al oído del Ministro VI Por un debate transparente

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Escrito por:

José Lafaurie Rivera

José Lafaurie Rivera

Columnista Invitado

e-mail: jflafaurie@yahoo.com

Twitter: @jflafaurie



El campo y su aparato productivo han sido colocados nuevamente en la palestra. Como siempre, se cuestiona su comportamiento y resultados, se desconoce la realidad histórica de la producción agropecuaria, se le rotula de ineficiente,

y se concluye que la solución es lanzar al sector a la lucha abierta por los mercados, sin ayudas ni protecciones, desmontando aranceles y abriendo las puertas a los productos importados. No es nada diferente a la reimplantación de la ola aperturista de los noventa.

Infortunadamente, la fuerza aparente de los argumentos y la asimetría en el balance del análisis, obra en contra de cualquier iniciativa positiva para desarrollar al sector agropecuario, como la formulada por el Presidente Santos al considerarlo como una de las locomotoras que habrán de empujar el crecimiento.

Si una concepción de este tipo hace carrera entre la opinión y termina permeando las decisiones de política pública, el sector agropecuario ya no será una locomotora, sino un verdadero lastre para el desarrollo del país. Y si, adicionalmente, la política de tierras no logra superar el ámbito de la restitución o redistribución individual, para abordar el escenario más realista de las condiciones de producción, de la asociatividad, de las economías de escala y de la conexión con los mercados, serán graves las consecuencias para el equilibrio social en el campo y para el logro de una paz duradera.

La fuerza de los argumentos se basa, generalmente, en la comparación con la dinámica de crecimiento de la producción rural con otros países, soslayando las condiciones de producción. Casi siempre la comparación es con Brasil, con el cual resulta válido mirar las condiciones de producción, que a la final le restan fuerza a los argumentos de los expertos. Veamos:

En infraestructura: Colombia está a años luz de una red vial como la que atraviesa, por ejemplo, medio país hasta Mato Grosso do Sul, para movilizar su producción agropecuaria. Nuestra red vial primaria acusa serias deficiencias, en tanto que la secundaria y terciaria son, literalmente, un chiste frente a la pretensión de comparar competitividades.

En tecnología: La entidad oficial de investigación agropecuaria, EMBRAPA, cuenta con 1.564 investigadores con PHD, mientras que su homóloga en Colombia, Corpoica, apenas alcanza a sumar 62 investigadores con doctorado.

A diferencia de Brasil, donde la producción agropecuaria de gran escala es posible gracias a la inyección masiva de capital, en Colombia, las precarias condiciones de producción que se derivan del sesgo antirural del modelo de desarrollo, no son propicias para la afluencia masiva de capital, ya sea nacional o extranjero.

Para cerrar el ejemplo, no se puede desconocer que a pesar de los grandes logros de la Política de Seguridad Democrática, la presencia del narcotráfico aún alimenta la violencia y la inseguridad en el sector rural.

Así pues, los temas de "Política pública asociada al crecimiento del sector agropecuario" y "El debate sobre la tierra en el marco de una Política de Desarrollo Rural", deben ser materia de una discusión amplia, objetiva, con solvencia técnica y con respaldo académico, pero sobre todo, a partir de la realidad del entorno rural colombiano. Hay que sacar la discusión del campo de los "expertos", que han llevado a muchas economías a estruendosos fracasos. No hay que ir muy lejos: nuestra apertura económica de los noventas para el sector rural.

Se impone, en consecuencia, la realización de una "Mesa Permanente de Trabajo Intergremial" para adelantar este análisis y asumir una posición unificada de productores agropecuarios, ante las instancias de discusión, ya sean gubernamentales o propiciadas por los medios u otros centros de pensamiento. Eso sería de gran valía y ayuda para el crecimiento y desarrollo del sector rural colombiano.