¡Quién pudiera tener un año sabático!

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Es lo que muchos quisiéramos tener: un tiempo libre para realizar tantos proyectos, aplazados precisamente por no contar con el patrocinio necesario. Pero hay quienes tienen la fortuna de encontrar esos espacios gracias a su influencia y a intrigas en los lugares precisos en cada caso.

Ellos sí saben dónde ponen las garzas.

A veces nos preguntamos por qué es casi obligatorio que un presidente de la Nación visite otros países dizque con el fin de "establecer lazos más sólidos", "negociar tratados" y "firmar convenios", entre otras cosas. ¿No basta para esos menesteres la presencia y autoridad de embajadores, cónsules, agregados culturales y una larga serie de 'servidores del Estado'? ¿Qué papel desempeñan esos diplomáticos, de quienes no tenemos noticias por meses y años, perdidos en países a menudo exóticos, cuando no totalmente desconocidos?

Pecaríamos de ingenuos si no reconociésemos que la vía diplomática ha servido, desde hace muchos años, para premiar a políticos con un período de descanso en tierras extranjeras, preferiblemente en lugares que poco tienen que ver con Colombia y, por lo tanto, no es necesario rendir al gobierno de turno un informe sobre las actividades realizadas.

En muchísimos casos esos premios --verdadera vagancia remunerada-- favorecen también a familiares del funcionario; es esta la razón por la cual tantos 'delfines' tuvieron una educación excelente en países europeos mientras sus 'papis' fungían como embajadores, cónsules, agregados culturales u otros oficios en el ámbito diplomático.

Esas prácticas no han desaparecido. Por el contrario, a ellas se han sumado otras que dan paso al nombramiento de personajes que, por el solo hecho de ser cercanos al primer mandatario de turno y congraciarse con sus decisiones, alcanzan inmerecida figuración nacional.

Sus nombres suenan y resuenan más que todo por sus actos pintorescos --mal llamados folclóricos-- pero nada más. Se infiere que en estos momentos tenemos en mente a nuestros últimos embajadores en Sudáfrica. ¡Qué diferente sería si aún contáramos en el exterior con los llamados alguna vez "diplomáticos de carrera"!

Nos preguntamos: ¡Qué mal nos han hecho esos países para que los invadamos con personajillos que nada van a hacer allí? Si en esas tierras supieran que ese es un lastre del cual nos desprendemos más o menos cada cuatro años, tal vez hasta nos reclamarían y se produciría uno que otro rechazo.

La cara contraria de esta situación también existe: muchos profesionales, con verdadera vocación investigativa, esperan que algún día la suerte les depare un puestecito en uno de esos paraísos del ocio. Estarían en el ambiente que necesitan para desplegar sus conocimientos y, por fin, pondrían en práctica, ellos sí, una de las misiones que, además de la docencia, debe cumplir la Universidad: la investigación.

Una tarea interesante, además de divertida, sería traer al país a cada uno de esos individuos que por años han devengado sueldo al amparo de 'misiones fantasmas' en embajadas y consulados colombianos en el mundo. Muchos de ellos ya habrán hasta olvidado nuestra lengua.