No tanta laxitud en el lenguaje

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Si el lenguaje no sufriera los cambios que le exige el desarrollo de la humanidad, en estos momentos estaríamos utilizando los mismos términos que encontramos en el Cantar de Mio Cid, con ese inmenso caudal de arcaísmos.

tal vez, para ser un poco exagerados, nos comunicaríamos entre nosotros con las palabras propias de las jarchas, composiciones que antiguos trovadores utilizaban antes de que la lengua castellana adquiriera su carta de naturaleza. Esa lengua, que se dice nació en los monasterios de San Millán y de Silos alrededor del año 978, ha sufrido modificaciones impuestas por las necesidades de sus usuarios a través más de un milenio.

Entre las funciones que cumple el lenguaje está la de servirnos para la comunicación. Por eso con frecuencia escuchamos decir: "¿me entendiste, verdad?" cuando argumentamos que lo que se ha dicho no es gramaticalmente correcto.

la lengua no cumple solo la función primaria de comunicar; existen otras, entre las cuales la función poética es la más cuidada. Pero sin extendernos en esos diversos usos de la lengua, hay que decir que con lo que decimos expresamos nuestra personalidad y nuestro nivel cultural.

Una prueba de los cambios que sufre el lenguaje la encontramos en los conceptos de Soledad Moliner, quien en la sección Pida la palabra, de la revista 'Lecturas' del periódico El Tiempo dice lo siguiente sobre el verbo 'abolir': "[…] hasta hace poco se consideraba defectivo (que no se usa en todos los tiempos, modos o personas), pero el Diccionario panhispánico de dudas le da luz verde sin limitaciones. Es regular: yo abolo, tú aboles, él abole, nosotros abolimos, vosotros abolís, ellos abolen."

Estos cambios, como se ha reconocido, deben ser normales en el desarrollo del lenguaje. El verbo abolir --que era defectivo hasta hace poco--, no permitía ser conjugado sino en las personas en las que aparecía la vocal i después de la raíz: abolí, aboliste, aboliré, aboliría, etc.

Era motivo de burlas decir yo abolo, tú aboles. Con la aceptación de esas formas verbales y otras modificaciones modernas en el lenguaje tal vez no valga la pena que los profesores de lengua castellana se desvivan por impedir lo que antes llamábamos mal uso de nuestro idioma. ¿Cómo sabemos que los términos que condenamos en estos momentos no fueron aceptados apenas anoche? No creemos que sea conveniente tanta laxitud.

En el 2010 se publicó la Ortografía de la Lengua Española, trabajo preparado por las 22 academias de esta lengua en todo el mundo. Se fundamenta en cuatro pilares: el uso, las autoridades, la evolución de la lengua y la coherencia gramatical.

Esos criterios son importantes; el uso se impone y elimina reglas que, en muchos casos, el usuario no acepta o va desechando poco a poco. Autoridades son los autores y textos considerados modelos por el buen uso del idioma; generalmente son los llamados clásicos.

La evolución de la lengua deja en su recorrido los vocablos que el uso había impuesto en tiempos pasados; y la coherencia gramatical es tal vez el elemento que mayor contribuye a la comunicación. Cabe preguntar si no es más coherente decir "naduve" que "nadé", o "andara" que "anduviera". El uso puede abrir paso a "yerna" en vez de "nuera". Parece que las Academias están demorando mucho en aceptar la palabra "haiga", que desde niños queríamos pronunciar y siempre nos la dejaron entre dientes y labios.

Reflexión: Si el uso y la costumbre imponen las normas, los profesores de lengua castellana están sobrando, a menos que se dediquen solo al aspecto literario.