Parce, ¿usted sí es normal?

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Colombia asiste a una apertura comercial sin precedentes: se han firmado numerosos TLC y siguen otros: excelente gestión del Ministro Sergio Díaz-Granados.

El más importante se logró con los Estados Unidos después de muchos años de intentarlo. Desde luego, los agoreros predicen una catástrofe comercial, como si se tratara de juegos de suma cero y de mercados estáticos.

Para la China y otros países productores, Colombia puede servir de trampolín para introducir al país norteamericano productos fabricados acá gracias a tal acuerdo comercial; igualmente, lo que no se vende en un lado se comercia en otro, como lo demostró la crisis con Venezuela; en otras latitudes las puertas están abiertas para muchos productos nacionales.

Claro que la mesa no está servida aun. Carecemos de infraestructura competitiva: las aduanas deben reducir procesos y tiempos; la burocracia y las normativas oscilan en Macondo y Kafka; los puertos son precarios y escasos; las mal llamadas carreteras de la insuficiente red vial parecen trochas del siglo XIX; increíblemente no hay red ferroviaria (debe ser el único país del mundo que no la posee) y los grandes ríos están desperdiciados totalmente: solo navegan chalupas. El transporte de carga depende únicamente de una costosa flotilla de camiones.

Aun así, es posible sacar provecho de esos acuerdos; mientras unos renglones se perjudican inicialmente, otros se favorecen. Y más que competir con precios, es necesario apuntar a la calidad y a los valores agregados, como lo hicieron Japón, Corea y demás países que entraron a jugar en las grandes ligas a partir de la precariedad gracias a políticas acertadas que podemos implementar, siempre y cuando exista la voluntad de los mandatarios.

Mientras tanto, detrás del mascarón de proa de los TLC, avanza el infame barco destructor dispuesto a destrozar al ciudadano del común aun, más de lo que está. En contravía de la Constitución y la lógica, nos arrastran hacia el Medioevo que sueñan los cavernarios. En un insólito acuerdo entre los 3 poderes, han pasado un proyecto de reforma judicial que en la práctica logra lo que cada uno quiere: los congresistas regresan a la impunidad parlamentaria con otra figura que impone sinuosos y eficaces mecanismos para atajar cualquier investigación en su contra.

Los magistrados alargan sus períodos en las tantas y redundantes cortes que dispuso la CPC del 91, y podrán ponerse salarios y pensiones a placer. El ejecutivo, con esta vergonzosa lubricación, hará de congresistas y magistrados vergonzantes sirvientes para sus obtener sus propósitos, olvidando el compromiso social al que obliga la Carta Magna para con el ciudadano de a pie.

A manera de ejemplo, el flamante ministro Juan Carlos Echeverri, además de una reforma tributaria que según Santos hará chillar a los ricos (pero de la risa), anuncia sin sonrojarse la imposición de un gravamen absurdo y regresivo: el IVA para algunos alimentos básicos, castigando con ello al pequeño agricultor, al tendero de barrio que apenas sobrevive con la venta al menudeo y, especialmente, al ciudadano de menos recursos: cuanto más pobre sea, debe gastar proporcionalmente mayor cantidad de sus ingresos en alimentación.

Ahora todos tendrán que facturar y bancarizar sus cortos ingresos mientras la banca se frota las manos con malévola sonrisa y afilados colmillos chorreantes de sangre ante la posibilidad de asaltar el menguado bolsillo de los colombianos pobres.

Para rematar el chiste cínico, Echeverri anuncia igualmente la devolución del IVA para los pobres. Ministro: ¿usted sí es normal? ¿Desconoce que la Dian emprende venganza contra quien ose solicitar devolución de algún impuesto como si de un ladrón se tratara? ¿No sabe que el colombiano raso no bancariza sus precarios ingresos para protegerlos de la voracidad insaciable del más sanguinario sector de la economía? ¿Olvida que los ricos, gracias a normativas favorables para ellos, no pagan impuestos ni tienen sus capitales en Colombia, y que los pobres tampoco tributan, porque no tienen de donde, y que la clase media, cada vez más depauperada, debe soportar las crecientes burocracia, corrupción, ignorancia e ineficiencia del Estado? Las economías crecen fomentando el consumo gracias a mejores ingresos, y no disponiendo impuestos a diestra y siniestra que terminan menguando la capacidad de compra.

Como si la diosa Fortuna estuviera de parte del gobierno, hechos como los la prostituta que tuvo un affaire con un escolta norteamericano asignado al esquema de seguridad de la Presidencia de los Estados Unidos o el secuestro de un periodista francés por parte de las Farc copan hasta el hastío los principales medios de comunicación que actúan como si estuvieran haciendo el correspondiente mandado de echar cortinas de humo sobre lo que se nos viene pierna arriba, desviando a manera de luces de bengala la atención de tan importantes temas que afectarán el diario vivir del colombiano. Definitivamente, la realidad colombiana supera cualquier ficción.

La diferencia con la de cualquier otra parte es que tenemos cuerda suficiente para soportarla sin rechistar y aceptarla resignadamente. No nos quejemos después: soldado advertido no debe morir en combate.