¿Qué lo perdone, coronel?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



La semiótica es el estudio que permite obtener información a partir de la observación y el análisis de objetos y situaciones. Un gran maestro de la semiótica es Umberto Eco, filósofo y lingüista italiano conocido universalmente por sus novelas 'El nombre de la rosa' y 'El péndulo de Foucault'.

La semiótica va más allá que la semántica pues, mientras que esta se circunscribe a la lingüística, la semiótica estudia todos los signos que encontramos en la naturaleza. Siendo eso así, podemos aplicar algo de semiótica a una fotografía que el periódico capitalino El Tiempo publicó el martes 13 de este mes.

La fotografía muestra a un hombre de pie, con la cabeza inclinada hacia adelante, la mirada dirigida al piso y las manos entrelazadas a la altura del vientre. Frente a él, en el lugar que debería ocupar un confesor, está una mujer, todavía joven, con la mano derecha levantada y un gesto que indica a quién van dirigidas sus palabras. No hay duda de que con cada término acciona sus manos para reforzar lo que sus labios dicen. Además, su rostro, transfigurado por el llanto reprimido y transido por un dolor inenarrable, deja constancia de una determinación inmodificable.

La escena descrita, por plasmar solo un fugaz instante de un acto más extenso en el tiempo, no permite un análisis más explícito. Sin embargo, es suficiente para crear en el observador la certidumbre de que entre los dos personajes hay una contradicción irreconciliable. No es necesario acudir al movimiento que encontraríamos en un video para entender que la situación obedece a una súplica o a un reclamo, o condensa ambas actitudes a la vez.

Todo este ejercicio con la semiótica sobra, en realidad, porque El Tiempo resume en un pie de foto lo que en verdad ocurrió: "El coronel Luis Fernando Borja, condenado a 200 años por cometer más de 50 'falsos positivos', le pidió perdón ayer a Rubiana Padilla, madre de Frank Padilla, una de las víctimas.

Ella le dijo que le pidiera a Dios que lo perdonara porque ella no podía." El mismo periódico, anteayer miércoles, agrega detalles sobre la forma como el coronel Borja procedía para llevar a cabo sus 'falsos positivos'. Cabe preguntarse, al cabo de un breve análisis, si en el corazón de la madre del joven Frank Padilla puede haber espacio y disposición para perdonar al verdugo de su hijo. Ella, con sobrada razón, negó toda posibilidad de perdonar a este monstruo incrustado en un organismo que debería generar confianza y credibilidad en la sociedad.

La solicitud de perdón abre una primera puerta al delincuente; con ella admite la comisión del delito que se le imputa y en seguida se considera que se acoge a sentencia anticipada, lo cual significa una rebaja sustancial de la pena. Es decir, la comunidad debe entender que el delincuente tiene la intención de no hacerle perder tiempo a las autoridades y eso, para los jueces, es un gran 'favor' que se le hace a la rama judicial y, por ende, a la sociedad.

Pero, finalmente, dejemos a Umberto Eco con sus actividades investigativas y académicas para no relacionarlo ni siquiera brevemente con las actividades delincuenciales del coronel Borja y de otros que ostentan un palmarés superior en atrocidades. (No sé por qué ronda en la memoria el nombre del general Rito Alejo del Río).

Preguntémonos, más bien, si vale la pena mantener encerrados por muchos años a criminales de semejante laya, proporcionándoles con nuestros impuestos un lugar seguro para vivir, alimentación de por vida y posibilidades de estudio durante largo tiempo; precisamente lo que necesitan nuestros menesterosos que deambulan, sin culpa alguna, por las calles del país.