Justicia por consenso

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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


En Colombia, desde hace décadas, se ha buscado llevar a cabo una reforma significativa en el sistema de justicia. Esta por paquidérmica y lenta se presenta como un escenario poco alentador que afecta la eficacia y eficiencia de la respuesta judicial ante las necesidades de la ciudadanía. Las reformas implementadas parecen diseñarse con un enfoque que beneficia principalmente a la alta sociedad, dejando en segundo plano el interés general. Ante este panorama, surge la necesidad de adoptar un modelo alternativo, que no solo se enfoque en la agilización de los procesos, sino también en la equidad y en la inclusión de todos los estratos de la sociedad. Es, por tanto, sano y necesario pensar en otro tipo de justicia, una que verdaderamente sirva al propósito de garantizar el acceso rápido y equitativo. 

Por eso, me surge que la justicia consensual y las modalidades alternativas de resolución de conflictos, tales como el arreglo directo, la conciliación, la mediación, los círculos de paz, la concertación y las conferencias restaurativas, representan un enfoque innovador y humanista dentro del amplio espectro de la justicia comunitaria. Estas prácticas, basadas en el consenso y el entendimiento mutuo, buscan no solo resolver disputas de manera eficaz, sino también reparar el tejido social y promover una cultura de paz y empatía.

Desde mi punto de vista se erige como un pilar fundamental en la búsqueda de soluciones más inclusivas y humanizadas a los conflictos. Al priorizar el diálogo y el entendimiento mutuo sobre el litigio adversarial, estas prácticas permiten que las partes involucradas lleguen a acuerdos satisfactorios para todos, respetando sus diferencias y reconocimiento mutuo. Este enfoque, al centrarse en las necesidades y preocupaciones reales de las personas, favorece la restauración de relaciones y la construcción de una comunidad más cohesionada.

Por otro lado, es imprescindible destacar la importancia del arreglo directo y la conciliación como herramientas que facilitan un espacio seguro para que las partes expongan sus puntos de vista y trabajen juntas hacia una solución consensuada. Estos métodos, al igual que la mediación, ofrecen un marco flexible y menos formal que el proceso judicial tradicional, lo cual puede ser particularmente valioso en contextos comunitarios donde se busca preservar o restaurar las relaciones sociales.

Además, los círculos de paz y las conferencias restaurativas presentan una oportunidad única para abordar los conflictos desde una perspectiva más holística y reparadora. Estos enfoques, al promover el diálogo inclusivo y la participación activa de la comunidad, no solo buscan resolver el conflicto en sí, sino también abordar sus causas subyacentes y efectos a largo plazo. La inclusión de todas las voces afectadas en el proceso de resolución de conflictos es fundamental para garantizar que las soluciones sean verdaderamente justas y sostenibles.

La concertación, como proceso de negociación basado en el consenso, desempeña también un rol crucial en la prevención de conflictos y la promoción de una cultura de diálogo y respeto mutuo. Este enfoque enfatiza la importancia de trabajar juntos hacia objetivos comunes, reconociendo y valorando la diversidad de perspectivas y experiencias dentro de la comunidad.

En síntesis, es pertinente destacar que, al abstenerse la Justicia Consensual de recurrir a la imposición, se convierte la negociación en el mecanismo esencial para su realización. En este contexto, tanto en negociaciones directas como en aquellas facilitadas por un tercero, el principal instrumento efectivo es la palabra y emerge como la herramienta primordial.

En conclusión, la justicia consensual y las alternativas de resolución de conflictos representan un paso hacia una sociedad más comprensiva, equitativa y pacífica. La esencia de estos enfoques radica en el reconocimiento y valoración de uno mismo y de los demás como seres complejos y emocionales, capaces de experimentar sufrimiento y felicidad. A partir de la comprensión de que todos compartimos deseos, aspiraciones, frustraciones y limitaciones, se facilita el desarrollo de la empatía, el entendimiento, la compasión, el perdón y la responsabilidad personal. Estimular estos valores es fundamental para cultivar un ambiente donde la justicia por consenso pueda florecer.