La moda de estar muerto

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


Hace varias décadas, recuerdo que, la preocupación dominante por ser el causante de muchas muertes eran los tumores cancerígenos como silenciosos asesinos que acechaban en las sombras de nuestras vidas. Posteriormente, surgieron los infartos de miocardio y las muertes por males de la elevación de la presión arterial. También, las relacionadas con el hábito de fumar, la apendicitis o el colesterol. Lo considero como un tiempo donde la moda de las enfermedades dictaba nuestro comportamiento y temores, un eco que resonaba en cada conversación, en reuniones familiares, de oficina o alrededor de un café.

En ese entramado, fue una época en la que los diagnósticos y tratamientos médicos se entrelazaban con la cultura popular, donde cada dolencia tenía su momento de gloria y luego se desvanecía en el olvido, dejando tras de sí un rastro de preguntas sin respuesta, miedos y curaciones con modas efímeras: el gimnasio, no consumir azúcar, dejar el arroz, ensaladas verdes, no comer harinas, poca grasa o el no a las carnes rojas.

Hoy, recuerdo otra faceta de nuestra existencia, pero de una naturaleza más profunda y sombría: nuestra relación con la muerte y el duelo. En Colombia, especialmente en Medellín, esa relación se ha visto trágicamente distorsionada por el conflicto. En lugares como La Escombrera, se oculta una realidad mucho más sombría: es un lugar de sepultura para aquellos arrebatados por la violencia, un testimonio silencioso de la guerra que ha desgarrado el tejido social del país.

En la comuna 13 de Medellín, las familias que aún buscan a sus seres queridos desaparecidos en La Escombrera viven en un estado perpetuo de duelo y espera. Esta búsqueda incansable por respuestas representa una lucha más amplia por la memoria, la justicia y la dignidad. Así como alguna vez las enfermedades dominaron nuestras mesas y conversaciones, hoy es la sombra de la violencia y la pérdida de seres queridos que se cierne sobre nosotros.

Sin embargo, al igual que las estadísticas de enfermedades que van y vienen, dejando atrás una mezcla de alivio y olvido, la cuestión de la violencia y el conflicto en Colombia no puede ser simplemente relegada a cifras del pasado. Requiere una resolución, una cura, no solo a nivel político, sino también en el corazón de nuestra sociedad. Es una herida que no puede sanar con el simple paso del tiempo pues necesita ser abordada con valentía, compasión y determinación.

La historia de La Escombrera, además de otros lugares conocidos como fosas comunes o el Cauca como río de cadáveres; nos desafía a enfrentar las realidades persistentes que moldean nuestra identidad colectiva. Nos invita a reflexionar sobre cómo, en nuestra búsqueda de sentido y curación, a menudo nos encontramos atrapados entre el pasado y el presente, entre la memoria y el olvido, y entre la esperanza y la desesperación.

En síntesis, nuestra relación con la muerte, el duelo y la memoria colectiva, al igual que nuestra relación con la salud y la enfermedad, refleja quiénes somos como sociedad. Nos muestra cómo los temas que alguna vez fueron de moda pueden transformarse en cuestiones profundamente arraigadas en nuestro tejido social, y cómo nuestra respuesta a estas define no solo nuestro presente, sino también nuestro futuro. Aunque dice un refrán muy colombiano que el tiempo lo cura todo, no deberíamos esperar que cure el sufrimiento de madres y familias enteras. Deberíamos lograr que se sepa toda la verdad sobre la escombrera y darles cristiana sepultura.

Para concluir, nuestros esfuerzos para alcanzar la paz han sido inmensos: promulgamos una nueva constitución como un catálogo de derechos humanos, hicimos un acuerdo con las Farc, indultamos al M-19, hicimos un acuerdo de justicia y paz con los paramilitares, vamos a hacer una paz total perdonando a raymundo y todo el mundo; ya es hora que llegue la paz o al menos que esto sirva para saber toda la verdad. Y, que para estar muerto en Colombia solo se necesite una enfermedad de moda.