Las personas durante nuestra vida dedicamos tiempo a adquirir habilidades y destrezas para ser lo más productivos posibles y entre las muchas metas que nos proponemos, una importantísima es generar los recursos que nos permitan vivir una vejez tranquila. Muchos lo logran, pero muchísimos no lo logran y entonces dependen de algún tipo de ayuda para sobrevivir.
A nivel macroeconómico esto se traduce en dos escenarios. Uno, en el que el país alcanza el desarrollo y es rico, y otro en el que está anclado en el subdesarrollo y la pobreza. El factor población es fundamental para mantener el desarrollo o para tener el potencial para alcanzarlo.
Hoy la viabilidad de muchos países está seriamente amenazada por la crisis poblacional. La tasa de natalidad ha caído tanto que en muchos países no alcanza el 2.1% requerido para mantener el equilibrio poblacional. En los países en vía de desarrollo éste es un problema gravísimo y puede sintetizarse en una frase que escuchamos con frecuencia: nos estamos volviendo viejos antes de volvernos ricos.
Ser un país de viejos y pobres crea innumerables problemas socio-económicos con todas sus consecuencias; hoy confrontan este escenario países como China, pero también toda América Latina, Colombia incluida.
En Colombia la caída de la tasa de natalidad ha sido una de las más aceleradas del mundo y comenzó en los años sesenta del siglo pasado. Se pasó de un promedio de siete hijos a tres en 1980. En el 2022 fue de 1,1%, la más baja en cinco años. Todo indica que Colombia está envejeciendo rápidamente antes de alcanzar el desarrollo. La consecuencia de esta bomba demográfica es que estaremos condenados al subdesarrollo y la pobreza generalizada de no revertir esta tendencia. El país no será competitivo ni tendrá los recursos para atender a una población que demandará cada vez más apoyo del estado en temas sensibles como vivienda, salud y ayuda económica. Quebrará el sistema pensional, ya en problemas, que depende de una pirámide poblacional. La viabilidad económica del país está seriamente amenazada.
La caída de la tasa de natalidad coincide con cambios sociales, tales como la urbanización del país, la incorporación de las mujeres a la fuerza laboral y su activa participación en política. Recordemos que a las mujeres les fue otorgado el derecho al voto en 1954. Históricamente, la madre con muchos hijos difícilmente puede trabajar fuera del hogar, pero al tener uno o dos hijos, no tiene que escoger entre hogar y trabajo.
La inmigración es una potencial solución, y digo potencial porque si el país carece de un sistema eficaz para asimilar a los inmigrantes, incluido un sistema educativo que permita crear capital humano, entonces estamos es importando pobreza, crimen y problemas que nos forzarán a gastar recursos del estado para resolver estos problemas; es decir, los beneficios no cubren los costos. La inmigración debe ser inteligente.
Colombia carece de políticas encaminadas a evitar el no muy distante colapso y desastre económico como consecuencia de la crisis poblacional. Peor aún, el gobierno Petro ha empeorado las perspectivas de ésta bomba de tiempo, al no aprovechar los recursos que hoy tenemos para crear la mayor riqueza posible e intentar volvernos ricos antes de volvernos viejos. Es lícito preguntarse por qué en vez de darles un millón de pesos a delincuentes para que no delincan, le damos esos recursos a las mujeres que quieran ser madres. No hay trabajo más importante que ser madre y cuidar a los hijos, y yo personalmente preferiría dar un salario a las mujeres que eligen ser madres y quedarse en el hogar. Los beneficios socio-económicos de la madre más que justifican el salario.