Algún día

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



“Algún día nos lo contaremos todo” es una película alemana de 2023 basada en la novela homónima publicada por Daniela Krien diez años antes. Confieso que, en principio, no es lo más cómodo para un hombre disponerse a ver una cinta hecha por mujeres (una directora, unas guionistas, una protagonista y su perspectiva, etc.), tal vez para mujeres; aunque, si en el trabajo en cuestión se logra develar una verdad de esas humanas, más allá de cualquier consideración prejuiciosa, no veo inconveniente alguno en apreciar la obra cuan esplendorosa puede ser. El filme mencionado es, vaya novedad, un repaso a los anhelos que una joven, en este caso de menos de veinte años, llega  a acoger a partir de ciertos elementos de la personalidad masculina que no siempre son reales.

Esta mujer, casi una niña por dentro, se enamora imperceptiblemente de un hombre que le dobla la edad, y que es, digamos, todo lo opuesto a su novio de temperamento artístico, que es como aquel hermano menor malcriado. La narración insinúa que la violencia con que el protagonista en la sombra accede a la recién formada adulta es el elemento esencial de la atracción que la domina; pero eso sería fácilmente un lugar común, bien evitado. Lo que resplandece al cabo de la historia es la raíz política de esa conducta misteriosa: la recia vida en la República Democrática Alemana que había despojado a este hombre solitario y descuidado de cualquier ilusión, y que, no obstante, al calor de las caricias sinceras, aunque culpables, de una doncella que creció sin padre, empezó a reverdecer.

Todo ocurre cuando las dos Alemanias se reunifican, en 1990. Se comenta que la mujer alemana de ambos lados de la frontera artificial fue la que lideró las reconstrucciones desde casi medio siglo antes de la unión definitiva, después de que en los treinta años previos los hombres alemanes hubieran destruido, vuelto a construir y nuevamente destrozado a la nación con sus dos guerras mundiales. De hecho, se dice que, aunque inicialmente las restricciones rusas en Alemania Oriental fueron, cómo no, dictatoriales, las mujeres del campo soviético terminaron por ser más libres que sus hermanas occidentales hacia ese 1990. María, que así se llama nuestra heroína, estaba por ser una de esas trabajadoras rurales que soportaban al modelo socioeconómico impuesto como triunfo.

Ciertamente, la película fue ganando mi atención, no solo porque no es un panfleto de los que abundan hoy día en las pantallas, sino porque constituye una especie de confesión entre lágrimas. Mientras la veía, recordé Los sufrimientos del joven Werther, de Goethe, y la ola de suicidios que causó su lectura entre los más inexpertos de la época; y luego me pregunté si el proverbial racionalismo alemán no sería la contracara defensiva de una improbable naturaleza amatoria tan sensible como la de la zona tórrida, o quizás peor (peor aquí no es “peor”), que no puede contenerse una vez zaherida. La razón como un dique que retiene indebidamente, transitoriamente, al salvaje sentimiento que termina por imponerse, aunque las consecuencias sean nefastas; y la historia,  trasfondo apenas abatible de lo que somos como individuos: la vida privada de las naciones.